En el Pozo del Tío Raimundo, los vecinos colaboran en la construcción de sus propias casas
El plan de remodelación del Pozo del Tío Raimundo está dando sus primeros resultados: ya son 237 las familias realojadas en viviendas recién construidas y se espera que en el plazo de « uno o dos meses otras 322 recojan las llaves de otros tantos pisos. Al mismo tiempo se están derribando las casas que antes ocupaban las familias realojadas y sobre los terrenos se están iniciando las obras para la segunda fase de edificación, con una capacidad para 295. La tercera fase, todavía en proyecto y con una capacidad para 1.066, comenzará el próximo mes de septiembre. Se calcula que a finales de 1983 concluirá la construcción de las 2.020 viviendas previstas en el plan, y a principios de 1984 todos los habitantes del barrio habrán abandonado definitivamente sus semichabolas.
La lucha por una vivienda digna y acondicionada tiene una larga historia en el Pozo del Tío Raimundo. A principios de la década de los cincuenta, un contingente de 1.714 familias de emigrantes compró unas parcelas en el distrito sur de Madrid sin saber que aquélla era zona rústico-forestal y, por tanto, no edificable. Las familias montaron chabolas donde refugiarse provisionalmente, y poco a poco fueron levantando casitas de ladrillo y cemento. Pero ninguna ley reconocía jurídicamente la existencia de esta comunidad; ni siquiera figuraba la venta de los terrenos en el Registro de la Propiedad.En 1956 se creó la Comisaría de Urbanismo, que en seguida elaboró una ley de erradicación del chabolismo para solucionar el problema de las zonas periféricas de la capital. La Comisaría llegó a un acuerdo con los vecinos del Pozo: ellos le entregaban sus contratos de compra del suelo y cualquier documento acreditativo y la Administración se comprometía a devolverles el dinero pagado, más un 2% de indemnización, y a proporcionarles una vivienda en buenas condiciones en el plazo de dos años. Pero la cosa quedó ahí, en palabras. Hasta doce años después no se consiguieron las primeras mejoras del barrio: en 1968 se pavimentaron algunas calles, se trajo el agua y se hizo el alcantarillado. Y veinte años después de aquel encuentro inicial entre los vecinos y la Administración, en 1976, se aprobó el plan parcial de ordenación del Pozo del Tío Raimundo.
El plan prevé viviendas unifamiliares o colectivas en bloques de cuatro y ocho pisos, un centro comercial, una zona escolar, un núcleo industrial, una zona deportiva, edificios sociales, centros sanitarios, zonas verdes, jardines y vías de acceso. La financiación, según dicho plan, corre a cargo del Instituto Nacional de la Vivienda, y las obras de construcción, de Viviendas Sociales de Madrid, SA (Visomsa).
El Pozo cuenta actualmente con 8.900 habitantes, distribuidos en 1975 familias. La mayoría vive aquí desde que el barrio se creó; un porcentaje menor, el 13% ha llegado posteriormente. Los mayores de veinte años recuerdan la época en que el poblado era un conjunto de chabolas en medio del fango y la basura, sin luz, sin alcantarillado, sin agua, sin establecimientos. Ahora se sienten satisfechos de los progresos conseguidos a base de mucha pelea y mucho recorrer instancias oficiales, en cuanto a urbanización y acondicionamiento se refiere. El próximo paso es cambiar la casa vieja por un piso nuevo y confortable. Después habrá que seguir en la brecha para que se cumplan las cláusulas del plan, que aseguran el total equipamiento y abastecimientn del barrio.
Unos pisos estupendos
Los pisos son estupendos, al decir de sus propietarios. Opinión que ratifica el presidente de la asociación de vecinos. «No hay en Madrid unos pisos tan buenos como estos; son los de más calidad y mejor acabados. Nosotros hicimos el proyecto, hemos controlado su ejecución e incluso hemos participado directamente en las obras».En efecto, cuatrocientos vecinos del Pozo (el 75% de la plantilla) fueron contratados para la construcción de los edificios, merced a un acuerdo entre la empresa constructora y la asociación vecinal. Al identificarse con el proyecto y pensando que aquella casa sería habitada por sus familiares o amigos, los operarios trabajarían más intensamente más a conciencia. Pero no era este el objetivo primordial del acuerdo; el objetivo era paliar el paro en el barrio.
El índice de paro en el Pozo, es tan elevado Como en otras zonas suburbiales de la capital. Un 15 % o un 20% de la población activa del barrio entró a trabajar en la primera fase de edificación, con lo que en 1980 el indice bajó notablemente con respecto a 1979. Además, las familias pudieron reunir unos ahorros, porque los obreros no tenían que gastar en transportes y en comidas fuera del hogar.
Todos los pisos se entregarán en régimen de propiedad. Se han estudiado fórmulas especiales de pago que puedan afrontar todas las familias, porque el nivel adquisitivo del barrio es muy bajo. Para empezar, el Instituto Nacional de la Vivienda hace una valoración económica de la casa que la familia habita, atendiendo, no al suelo, sino a la edificación. La valoración es de 11.738 pesetas por metro cuadrado, con coeficientes de corrección arriba o abajo, dependiendo de la calidad y el estado de conservación de la casa. Por término medio se valora cada una en 700.000 pesetas. A esta cantidad hay que añadir una indemnización lineal por traslado, que equivale al 25% del expediente global de expropiación: 182.157 pesetas. Estas dos cantidades no le serán abonadas a la familia, sino que se le descontarán del precio a pagar por la nueva vivienda.
El precio depende de la superficie del piso. A todos se les aplica el módulo oficial de viviendas sociales de 1980, que es 22.777 pesetas por metro cuadrado. A la cifra resultante se le reduce un 7% en concepto de suelo (que antes no se les ha pagado a los vecinos y, por tanto, ahora no se les cobra), y un 15 % en concepto de subvención. Además, hay una segunda subvención para viudas, jubilados y familias numerosas.
El plazo de amortización de las viviendas es hasta de 35 años.
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