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En Alemania Oriental se registra un fuerte sentimiento popular antipolaco

No se advierten síntomas de que el llamado bacilo polaco, el movimiento reivindicativo de los sindicatos independientes, se extienda a la República Democrática Alemana (RDA), pero se registra entre la población un amplio sentimiento antipolaco.

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Las palabras del secretario general del partido comunista, Erich Honecker, en el congreso del partido sobre la situación en Polonia, fueron muy moderadas, pero en los cuadros del partido y entre la población de la RDA existe una falta de comprensión sobre la situación en Polonia, mezclada con prejuicios y resentimientos.No se cumplió lo que muchos pronosticaron al comienzo de las huelgas del verano pasado en Polonia. El bacilo polaco no se contagió a la RDA, no atravesó la línea fronteriza del Oder-Neisse.

Previsoramente, las autoridades de la RDA cerraron las fronteras con Polonia. Actualmente, los ciudadanos de la RDA sólo pueden visitar el país vecino con una invitación personal, visada por la policía popular, lo que supone una barrera muy fuerte para los contactos con Polonia.

Un factor muy importante que impidió la extensión del bacilo polaco es la situación económica de la RDA, saneada a pesar de la crisis mundial y la mejor entre todos los países socialistas.

La geopolítica también juega un papel. La RDA está situada en la frontera con el mundo occidental. El sistema represivo y de control de la población funciona a la perfección, en la RDA no se consentirían las más mínimas desviaciones que pongan en peligro el sistema.

El carácter disciplinado y sumiso de la población alemana restó también posibilidades de infección. Los alemanes del Este son tan amantes del orden como sus vecinos del Oeste. Una joven secretaria comentaba en un café de Berlín Este estos días que «lo que ocurre en Polonia es que no quieren trabajar. Yo estuve allí varias veces, y a las diez de la mañana ya hay gente en los bares. Esto aquí no ocurre. El que quiere mejorar de vida tiene que trabajar para ello». Las palabras de la joven son bastante representativas de la opinión pública no oficial en la RDA.

Las compras de los polacos

La opinión extendida es que los polacos se aprovechaban de la economía de la RDA. «Les tenemos que ayudar económicamente, y además venían en autobuses y compraban todo lo que podían. Cuando nosotros salíamos del trabajo, ya no encontrabas nada, porque los polacos lo habían comprado casi todo», dice la joven.Un chiste que circula en la RDA refleja bastante la situación. Un alemán de la RDA pregunta a otro: «¿Sabes por qué en Francfort del Oder tocan tres veces al día el himno nacional de Polonia?». La respuesta es: «Para que los polacos se pongan un rato firmes y los alemanes puedan comprar».

Actualmente el problema no se presenta. Tras el cierre de la frontera de la paz, en Francfort del Oder, con las restricciones para los viajes en ambas direcciones, las compras masivas de los polacos han desaparecido.

La población de la RDA se alegra de esto, pero lamenta al mismo tiempo que se les haya cortado la posibilidad de hacer turismo en Polonia, lo que aumenta el aislamiento del país. Los alemanes de la RDA sólo pueden salir sin dificultades hoy día hacia Checoslovaquia.

En los cuadros del partido no se advierte la menor comprensión para la situación polaca. «Los acontecimientos nos sorprendieron, porque no podíamos imaginarnos que el grado de deterioro de la anterior dirección polaca fuese tan grave», comenta un funcionario en Berlín Este.

El concepto economía polaca, que tiene unas connotaciones negativas desde los tiempos del nazismo, se oye en la RDA. Un periodista miembro del partido comunista se lamenta de que «los polacos no cumplen con los envíos pactados de carbón, y nosotros tenemos que cumplir nuestros compromisos de exportación con los países capitalistas. Si nos retrasamos, tenemos que pagar sanciones económicas y, para evitarlo, tenemos que importar carbón de Occidente a costa de divisas fuertes». La tónica general de la crítica a Polonia en la RDA es que «los polacos son unos vagos», opinión de la calle, y «el partido perdió las riendas de la situación», según los funcionarios comunistas. Casi todos coinciden en que «una invasión no solucionaría nada».

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