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Estados Unidos vuelve al espacio

La nave "Columbia" estará 54 horas en órbita

A las 6.50 horas de la mañana de hoy (13.50 de la tarde, hora de Madrid), la nave espacial Columbia iniciará, en el Centro Espacial John Kennedy, en Cabo Cañaveral (Florida), su primera misión experimental, tripulada por dos astronautas, John Young y Robert Crippen, de cincuenta y 43 años de edad, respectivamente.

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Un invento de lo más sofisticado

Mientras la nave salga propulsada por dos potentes cohetes, a una velocidad inicial que en seis segundos será superior a los doscientos kilómetros por hora, se calcula que alrededor de un millón de personas contemplarán desde los alrededores de Cabo Cañaveral la nueva etapa que hoy se inicia en la aventura humana para la conquista del espacio.Miles de automovilistas atrapados en los clásicos embotellamientos que siempre origina el espectáculo del disparo de una nave espacial tripulada (los atascos duraron diez horas cuando despegó el último vuelo de la serie Apolo) alzarán la mirada al cielo para ver cómo sale, velozmente, la nave Columbia.

La televisión dará a continuación los pormenores del vuelo, invisible para el ojo humano a partir de los tres minutos, con simulaciones y otras escenas en directo de las principales operaciones del vuelo, que durará 54 horas y media, recorriendo 36 órbitas alrededor de la tierra.

Las 75 toneladas de la nave espacial serán inicialmente aceleradas por dos cohetes auxiliares, que se desprenderán del conjunto de tres partes del ingenio (dos cohetes, un enorme depósito de combustible y la nave Columbia) justo a los dos minutos y doce segundos de haber salido de la plataforma de lanzamiento 39 A, en el Centro Espacial.

Los dos cohetes caerán amortiguados por paracaídas en el océano Atlántico, a unos 259 kilómetros de Cabo Cañaveral. Barcos de la Marina norteamericana los recuperarán para su posterior utilización en otros vuelos.

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A los ocho minutos y cincuenta segundos de vuelo, el depósito de combustible externo (hidrógeno y oxígeno) se desvinculará de la nave Columbia, cayendo desintegrado en partículas en aguas del océano Indico.

Justo a los diez minutos de su salida, Columbia dejará la atmósfera terrestre para iniciar, a una velocidad de unos 27.000 kilómetros por hora y a unos 190 kilómetros de distancia de la tierra, su primera órbita.

Uno de los momentos más importantes del vuelo espacial vendrá cuando los astronautas abran, como las hojas de un libro, la parte superior de Columbia. En futuras misiones -que no serán operacionales hasta mediados de 1982- la nave liberará desde estas compuertas abiertas al espacio los satélites de telecomunicaciones, los telescopios gigantes, las estaciones para energía solar o, como predicen los soviéticos, quizá porque llegan tarde a la cita, los satélites equipados con rayos láser capaces de convertir en dramática realidad la ficción hoy mostrada en filmes como La guerra de las galaxias.

En contacto permanente con la estación de control de la NASA (Agencia Aeroespacial Norteamericana) con sede en Huston (Tejas), los astronautas irán transmitiendo datos e impresiones del funcionamiento de Columbia, nave híbrida entre el cohete y el avión convencional, con dimensiones análogas a las de un avión comercial del modelo DC-9.

Se respetarán sus períodos de sueño, de unas siete horas cada uno, y alternarán sus comidas, con menús parecidos a los que comen normalmente los norteamericanos, pueblo que no se distingue precisamente por sus gustos gastronómicos. Ensalada de gambas, macarrones con queso (uno de los platos preferidos del presidente Ronald Reagan), pastel con crema de cacahuete y zumos de fruta, en una dieta donde, lógicamente, está excluido el vino.

Si todo sale como está previsto, los astronautas vivirán el momento más crítico a las 53 horas de vuelo, cuando, hacia el mediodía del próximo domingo (diez de la noche, hora de Madrid), deban realizar las operaciones para la entrada, otra vez, de la Columbia en la atmósfera terrestre. El choque, a una velocidad veinticinco veces superior a la del sonido, puede producir temperaturas estimadas entre 2.400 y 2.700 grados Fahrenheit (alrededor de 1.100 a 1.200 grados centígrados) sobre la nave Columbia.

Placas de cerámica

Evitar que el intenso calor pueda afectar a los materiales, en una nave cuya principal característica es la posibilidad de ser reutilizada en múltiples vuelos, fue uno de los quebraderos de cabeza más considerables que debieron resolver los científicos de la NASA. La Columbia va recubierta de más de 31.000 diminutas losetas de cerámica, superpuestas una a una como escamas de pescado, para proteger la nave de la temperatura que origina su roce con la capa atmosférica. Cada loseta tiene un diseño especial.

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