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Tribuna:"SPLEEN" DE MADRID
Tribuna
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Guerra Campos y yo

Eduardo Sotillos, lanzado a la radio total, se ha montado una serie de entrevistas o encuentros en la cumbre periodística, cumbre que no se sabe exactamente dónde está ni quiénes acampan en ella. La otra noche dieron uno de los matchs: Fraga/Emilio Romero.Un muermo, naturalmente, porque Fraga/ Romero se conocen demasiado, son enemigos íntimos de toda la vida y, por tanto, no había contraste entre ellos. A mí se me ha pre-propuesto/ preanunciado un encuentro radiofónico con el obispo Guerra-Campos. Parece que se trata de enfrentar figuras afines/dispares, por aquello que dijo André Gide de que «los extremos me tocan». Se supone de entrada que yo soy antípoda de monseñor, se presupone, quizá, que yo soy anticlerical, laico, rojo, masón, comecuras, relapso y herético. Se supone mal, claro. Un hombre no excesivamente desazonado por lo sobrenatural ni por encontrar un reclinatorio en el cielo, como yo, está en condiciones objetivas y abiertas de entender a los curas como hombres y a los hombres como si fueran curas: sagrados. Martín Descalzo, activista cultural con sotana del Valladolid de los cincuenta; el padre Llanos, jesuita rojo con solideo judío para el frío y zapatillas de cuadros para bailar con las progres que van a visitarle a la calle Najarra; Iniesta, obispo cheli de Vallecas (cuya identificación con las tres Marías vascongadas he lamentado y ni siquiera comprendido); Díez-Alegría, cuya teología de Vallecas propicié como libro que luego ha salido -bien hecho- con otro título: muchos, en fin, son los talares con quienes uno se confiesa por lo laico todos los días (o ellos se confiesan conmigo, que siempre les absuelvo).

La Iglesia es cultura y los curas son hombres con los que uno puede entenderse si no se obstinan en enviarle a uno al Purgatorio cada quince minutos, o, lo que es peor, si no se obstinan en escribir pastorales/homilías desestabilizadoras sobre las que se posa, como un secante pontificio para el latín traducido, el nuncio Innocenti. Lo cual que sacaron una papela -ya lo tengo dicho y reparado- en la que no se hablaba de España ni de la Constitución para nada. Como que esta España laicizante no es la que ellos quieren, esta Constitución aconfesional les parece militarista, qué cosa, cuando aquí en Madrid los intelectuales que se la cogen con papel de fumar (la Constitución) andan tan preocupados por defenderla de un golpe militar. Lo cual que lo último sobre el golpe es lo que me dice el primo de un general pronunciado:

-Fue sólo un golpe contra la clase política, un aviso al Gobierno, que no gobernaba, y ya está dando resultados democráticos.

Más o menos, eso les ha dicho Pío Cabanillas a las dulces desayunadoras del Ritz. El golpe como llamada a la sensatez democrática.

El golpe dulcemente persuasivo, coño. Ni Guerra Campos ni las tres Marías tuvieron mayor prisa por denunciar a Tejero ante Dios, pero me temo que el match Umbral/Guerra Campos puede resultar aburrido como fiesta de la unanimidad, si llega a consumarse, pues he aquí que el prelado ultra y el columnista locaza vamos a estar seguramente de acuerdo en que en Vascongadas había que hacer algo. Si un obispo tan belicoso se me muestra contrario a la belicosidad legal y vicaria de las Fuerzas Armadas frente a ETA, ese ya será el síntoma definitivo de que la Iglesia española está funcionando por contraseña.

A lo mejor aprovecho, no sé, y me confieso públicamente con monseñor Guerra, que hay muchos amores diurnos y nocturnos, males sagrados, paraísos artificiales y cosas pesando en mi conciencia de niño de derechas. La tragedia de la Iglesia, confesora universal, es que no tiene quien la confiese. Quizá Guerra Campos se confiese conmigo de militarismo y las tres Marías de antimilitarismo. Laus Deo.

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