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Los 2.000 colegios madrileños contarán con un especialista en protección civil antes de fin de año

Más del 60%, de los colegios de la provincia d Madrid no cuentan con ningún sistema de autoprotección, ni con los medios adecuados para hacer frente a un siniestro. En casi ningún colegio de los 2.000 que existen hay médicos o ayudantes técnicos sanitarios (ATS) que estén permanentemente en el centro, por si ocurre un accidente. Estos resultados de una encuesta realizada en los colegios de la provincia han obligado a las autoridades a abordar un plan para intentar que, antes del mes de julio, un profesor de cada centro tenga nociones de autoprotección escolar como base para montar una organización que pueda evitar un desastre.

Tres timbrazos largos interrumpen la actividad del centro escolar e inmediatamente los quinientos niños salen sin preocuparse de libros, abrigos y enseres académico. Ninguno de los niño sabe si esta vez se trata de un ensayo, como en otras ocasiones, o, sin embargo, es que hay un incendio «de verdad»: pero, ante la duda, actúan como lo han hecho otras veces. Esta podría ser la historia del desalojo de un colegio en caso de siniestro.Las filas de alumnos se dirigen fuera del centro por las diversas salidas existentes, dirigidos por sus profesores y por algunos de los alumnos mayores, que, al escuchar la señal de alarma, han ocupado unos determinados puestos en los pasillos y escaleras.

El director del centro, avisado desde el primer momento de la naturaleza del siniestro -esta vez no es un simulacro-, ha sido quien ha pulsado por tres veces el timbre. La señal, conocida por profesores y alumnos, inicia la evaluación del centro. Aquellas salidas obstruidas por el fuego obligan a adoptar algunas de las soluciones alternativas estudiadas en otras ocasiones. El aviso de que se debe tornar otra escalera de la prevista llega de boca de uno de los miembros del equipo de evacuación, compuesto por tres profesores del colegio y varios alumnos.

Mientras tanto, el equipo de acción, formado por dos profesores y algunos de los alumnos mayores, intenta extinguir con los medios de que dispone -extintores y mangueras- el incendio, iniciado quizá por una colilla mal apagada. En su actuación siempre está presente el cumplimiento de normas como la de situarse entre el fuego y una puerta por la que se pueda salir, la de no echar agua a un fuego cuyo origen sea eléctrico o la de cerrar puertas y ventanas antes de abandonar el cuarto, con el fin de que el aire no avive el fuego iniciado en su interior.

Las colas de alumnos, entre tanto, empiezan a salir a la calle. Para su descenso no han utilizado ni montacargas ni ascensores, no han atropellado a los que iban delante, ni se detienen cuando salen junto a las puertas de salida. Dirigidos por aulas, se encaminan a un parque próximo en el que está fijado el punto de reunión. Allí, los encargados de cada curso pasan lista, con el fin de saber si están todos los alumnos. Sólo queda esperar a que los padres acudan, no al colegio, donde supondrían un obstáculo a la laborde las primeras dotaciones de bomberos que acuden, sino al parque, donde podrán recoger a sus hijos. Se puede saber así, a la llegada de los bomberos, cuántos niños pueden haber quedado dentro, cuántos han salido, con qué medios se cuenta, qué entradas están obstruidas y cuál es la causa del incendio, con lo que la extinción podrá ser realizada más fácilmente. Así podría ser una evacuación normal de un colegio que contara con una organización de autoprotección escolar. Para tener esta organización, los Servicios Provinciales de Protección Civil han Iniciado una operación de choque con todos los colegios de enseñanza general básica de la provincia, cuyo número se acerca a los 2.000.

La idea es que antes de que termine este curso escolar todos los colegios cuenten con un profesor diplomado en socorrismo y con nociones de protección civil.

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