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El debate sobre el divorcio

Se acrecienta la tensión interna en UCD tras el discurso sobre la ley de Divorcio de Fernández Ordóñez

La firme defensa que el ministro de Justicia, Francisco Fernández Ordóñez, hizo ayer del proyecto de ley de Divorcio en el Pleno del Congreso de los Diputados provocó un serio malestar, en absoluto disimulado, entre los sectores democristianos y liberales de UCD. Su portavoz, Oscar Alzaga, que ha conseguido desplazar en el liderazgo de los críticos a Fernando Alvarez de Miranda e incluso at propio Landelino Lavilla, se, limitó a decir escuetamente, después del discurso de Fernández Ordóñez: «Ningún comentario».

Desde luego, «ningún comentario» con la Prensa, pero sí con sus compañeros de filas. Ni Alzaga, ni Herrero de Miñón, ni Gabriel Camuñas, ni Vega Escandón, entre otros muchos diputados de ideología similar, volvieron a aparecer por el hemiciclo. Sus interminables paseos por una de las a las del palacio del Congreso, con cara circunspecta y vivísima conversación, dieron lugar a una larga cadena de interpretaciones.¿Qué traman los críticos?, era la pregunta que ayer, se hacían socialistas, comunistas, vascos, catalanes y socialdemócratas de UCD. Corrieron rumores para todos los gustos: desde que iban a romper -hoy mismo- la disciplina de voto: «No sería la primera vez que se vota lo que se quiere en Unión de Centro Democrático», en palabrastextuales del democristino Luis Vega Escandán, hasta que los críticos de UCD votasen el texto alternativo del PSOE con el fin de ganar un año de tiempo. Esta segunda hipótesis, en principio absurda, pues de momento resulta inconcebible que hicieran causa común con los socialistas, en una ley delicada como la de Divorcio, tenla su base en la siguiente argumentación: el fin (tumbar la ley) justifica los medios la alianza con la izquierda).

Estrategia socialista

Tanto era así que el dirigente socialista Alfonso Guerra ya tiene preparada la estrategia para responder, y evitar, este posible movimiento político de los críticos centristas. Alfonso Guerra no, quiso anoche revelar en qué consistía dicha estrategia, porque, según dijo a EL PAIS, «si los democristianos y los liberales la conocen, carece de eficacia. Pero todo está preparado», añadió.

Tampoco faltó la interpretación -en principio la más viable- de que lo que se habían propuesto los críticos era dilatar los debates y ganar así, cuando menos, una semana de tiempo. Las largas intervenciones del centrista próximo a Coalición Democrática Díaz Piniés y la del crítico José Antonio Escartín así lo confirmaron. Durante esta semana este sector de UCD podría incluso exigir una nueva convocatoria del Comité Ejecutivo de su partido, donde se replanteasen nuevamente las enmiendas democristianas presentadas por ellos al proyecto de Fernández Ordóñez.

De hecho, lo que parece más lógico es que la actuación de los democristianos en el tema del divorcio no tendría otro fin que preparar y sentar las bases firmes para un gran partido confesional, que se constituiría meses antes de las elecciones generales de 1983. En este sentido, ¿qué mejor momento para posicionarse y darse a conocer ante la opinión pública que el actual debate sobre el divorcio?

Como apuntaba ayer un destacado dirigente independiente del partido del Gobierno, muy próximo al núcleo de la negociación del proyecto de ley de Divorcio, «resultaría absurdo e inútil que los democristianos emplearan la ley de Arrendamientos Rústicos, por ejemplo, como plataforma de un futuro lanzamiento político».

Lo que tienen muy claro los democristianos y liberales es que no deben abogar por el voto en conciencia, por la sencilla razón de que perderían las votaciones.

Las minorías vasca y catalana anunciaron ayer a EL PAIS que bajo ningún concepto aceptarían un proyecto de ley de Divorcio retocado, y que defenderían hasta sus últimas consecuencias el actual texto de Fernández Ordóñez.

El PSOE apuntó igualmente que haría lo posible por votar favorablemente el proyecto de la Comisión de Justicia, y sólo si las cosas se ponían verdaderamente difíciles, se abstendrían, mientras que el Grupo Comunista adelantaba ya que sí votaría favorablemente, «como mal menor», según palabras del diputado Simón Sánchez Montero.

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