Una imagen viajera
La imagen de Jesús Nazareno, más conocido como Cristo de Medinaceli, fue esculpida en Sevilla por Juan de Mesa o uno de sus discípulos. Los capuchinos la llevaron a Mámora, plaza africana en poder de los españoles desde 1614. Cuando en 1681 las tropas de Muley Ismael, rey de Fez, tomaron la fortaleza, apresaron a sus moradores y a sus estatuas religiosas.Los padres trinitarios rescataron mediante pago a unos y a otras y los devolvieron a España. La imagen del Nazareno fue trasladada a Madrid para que en la corte de los católicos monarcas se le tributaran homenajes para desagraviarle de los meses de cautiverio. La entrada en la capital, en 1682, fue apoteósica. Colocada en la iglesia de los trinitarios, en lo que hoy es la plaza de Jesús, la imagen empezó a recibir a las masas de devotos. La afluencia era tan grande que se hizo necesario levantar una capilla particular para el Cristo.
Durante la ocupación francesa, la imagen permaneció en su puesto y los madrileños no dejaron de acudir hasta ella. En 1835, los trinitarios fueron exclaustrados y la capilla se cerró al culto. El Cristo pasó nueve años en las iglesias de Montserrat y de San Sebastián y los fieles se fueron detrás, hasta que en 1846 volvió a su capilla. En 1895, la duquesa de Santo Maura, en nombre de su hijo, el duque de Medinaceli, compró el edificio y lo cedió a los capuchinos. En 1926, la capilla fue derribada para construir un templo mayor, dada la abundancia de feligreses. En 1930 se terminó la actual basílica.
Durante la guerra, el Gobierno republicano envió la imagen a Ginebra, a una exposición de arte español. De allí la trajeron los nuevos dirigentes al finalizar la contienda. El 13 de mayo de 1939, el Cristo de Medinacell volvió a tener una entrada triunfal en Madrid.
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