Cien problemas
tiene la familia española. Hasta ahora nadie se había ocupado de ninguno de ellos. De pronto, y con muchos años de retraso sobre otros países occidentales, parece que el Gobierno quiere solucionar uno de ellos: el divorcio. Inmediatamente, sectores integristas de la sociedad española preparan las armas. La Iglesia, con excepción de un reducido grupo (que yo considero de verdaderos cristianos preocupados más del hombre y sus problemas que de tratar de interpretar los textos litúrgicos a su conveniencia), nos asusta con la excomunión y otros males si atentamos contra lo que ellos llaman la unidad familiar.Por supuesto que si a estos señores de la Iglesia o de la sociedad se les expone el resto de los problemas, que a mi juicio deberían arreglarse antes, o al menos con más urgencia que el del divorcio, se lavarían las manos o apelarían a la libertad del hombre para solucionarse sus problemas./
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