Inversión y crisis / 1
Mientras la casi totalidad de los países realizan el ajuste económico a la primera crisis del petróleo de 1974, en España se producen aumentos salariales crecientes que producen un descenso de su tasa de beneficio, con el consiguiente deterioro de la estructura financiera de las empresas. El comportamiento de los agentes inversores y la propia estructura financiera de las empresas van a ser los ejes sobre los que se centra el siguiente análisis.El inicio del ajuste económico a finales de 1977 se ve acompañado por un importante incremento de los gastos financieros de las empresas, derivado del obligado ajuste de las instituciones financieras, anticipándose a los efectos de la crisis sobre el sistema financiero en su conjunto. Este ajuste se produce, por otra parte, en el marco del aumento de los gastos de estructura de la banca y del inicio de la liberalización del sistema financiero. Todo esto hace que los gastos financieros de las empresas crezcan mucho más en España que en el resto de los países. Por último, este crecimiento de gastos financieros recae sobre unas empresas con menores niveles de producción y una inflación descendente, lo que produce una alargamiento del período de ajuste del sector real de la economía.
Ausencia de ajuste
Hay que recordar además la ausencia de ajuste en 1974 al primer impacto de la crisis, que no encuentra decidida hasta finales de 1977, y que el segundo ajuste a la segunda crisis del petróleo de 1979 se hace rapidísimo, lo que produce que España sea el único país en que se coincidan en un lapso de tres años lo que en otros países se había realizado en dos etapas diferentes, dosificadas a lo largo de siete años.
Por otra parte, la variación en el comportamiento inversor del sector público y la banca, que en gran parte reducen o anulan su participación en la inversión industrial, en el período producen un vacío importante.
La evolución de la crisis tiene dos períodos bien diferenciados: el primero, 1975-1977, y el segundo, 1978-1980.
En 1974, primer año del primer período citado, la crisis fue ignorada, interpretándose como un impacto de carácter coyuntural, pero desde el otoño de 1974 esta interpretación no pudo ser mantenida y la situación se caracteriza por el descenso de los niveles de producción y por los aumentos de costes; energía y, sobre todo, costes laborales que potencian el aumento creciente de precios. Pero esta inflación. no habría sido suficiente para incrementar los salarios al ritmo a que se elevaron, lo que se produjo a costa de un descenso continuado de la tasa de beneficios.
Por otra parte, las empresas españolas habían realizado uno de los mayores esfuerzos inversores en el período 1962-1973, financiado en parte por un crecimiento de la tasa de beneficios, pero también por una mayor proporción creciente de financiación externa a la empresa. Cuando llega la crisis, las empresas tuvieron que reembolsar un importante, volumen de préstamos externos con una menor producción, aunque en cierta medida el esfuerzo venía compensado en parte por una inflación creciente.
No hubo saneamiento financiero de las empresas
La respuesta a la crisis fue la reducción del ritmo de la inversión y también la mejora de la gestión de sus activos (stock, clientes y proveedores). Pero aún asi no se produjo un saneamiento de la estructura financiera de las empresas.
Como conclusión, la primera parte de la crisis se resolvió con crecimiento salarial, ajeno a lo que estaba sucediendo en él resto de los países, una situación financiera menos saneada de las empresas y un descenso de los beneficios y de la inversión. Con esta resquebrajada situación se va a intentar su corrección a partir de finales de 1977.
Segunda parte (1978-1980), el ajuste de la crisis comenzó con los pactos de la Moncloa y continuó en los dos años siguientes: 1) menores crecimientos de los salarios y cotizaciones sociales, 2) descenso del empleo. Pero este ajuste se realiza en unas condiciones acentuadas de baja producción y descenso importante de precios. Un cambio fundamental respecto al período anterior 1974-1977 es que las empresas no pueden transferir los costes vía precios.
El esquema hubiera sido similar al que ha operado en los países industrializados entre 1974-1976. Reducción de costes que favorecen menores precios, pero que hacen posible una cierta recuperación en el margen bruto de autofinanciación (MBA) sobre el valor añadido. Pero si al MBA se le sustrae la inversión y se le divide por el valor añadido (VA) el cociente mejora notablemente respecto a antes de la crisis, y esta mejora de los beneficios, unida al saneamiento financiero, comenzará a producir en bastantes países inversiones de reemplazamiento que paulatinamente darían lugar a inversiones en aumento de capacidad desde 1979.
Dos hechos condicionarán en España el ajuste 1977-1980. Invalidando el esquema mencionado, el primero es que, cuando se realiza el plan de saneamiento y reforma en octubre de 1977, las empresas están en una situación bastante más deteriorada que al comienzo de la crisis, y, por tanto, el ajuste realizado en gran parte a través de una política monetaria restrictiva, ne cesaria en un primer momento para romper las expectativas inflacionistas, y en un marco de infrautilización generalizada de la ocupación, va a erosionar aún más la ya deteriorada situación económica de las empresas, y segundo, que en este país se inicia en julio de 1977 la liberalización del sistema financiero, que produce en el coste de crédito a medio plazo una brusca elevación del tipo de interés, con las naturales repercusiones sobre la inversión y el beneficio de las empresas, en el período 1978-1980. Pero lo grave de la situación es que se produce en un marco de desaceleración importante de los precios, las empresas se ven cogidas en una tijera de gastos financieros subiendo y precios reduciéndose, que originan un deterioro drástico de los beneficios.
Respuesta al nuevo marco económico
El problema es que este comienzo de liberalización del sistema financiero, que se había producido en muchos países en los años sesenta y primeros,de los setenta, se realiza en España -guardando la coherencia con la liberalización global de la economía- como respuesta al nuevo marco económico internacional en elque a partir de 1973 los precios relativos de los factores no se pueden desfigurar, en el momento peor de la crisis, y esto añadió un elemento importante a la gravedad de la situación económica. Sin embargo, la banca ha tenido una mejora de sus beneficios y se ha producido un importante saneamiento de sus balances que ha evitado una crisis generalizada del sistema financiero, que se pudo producir, y cuyas consecuencias hubieran sido catastróficas.
Aunque se pensaba que los tipos de interés estaban ligados a las variaciones de precios y que el descenso previsto de la inflación reduciría en parte el incremento ocasionado por la liberalización del sistema financiero, la realidad resultante es la descrita más arriba. Impidiendo el automatismo esperado precio-tipo de interés, el propio ajuste de la banca en pleno proceso de expansión bancaria ante la responsabilidad de evitar una crisis financiera (que, cómo es lógico, tiene sus efectos en el sector real) tiene dos partes: primero, los riesgos provinientes de la cartera de activos en el inicio de la crisis (ajuste del sector real), con tipos muy bajos cuando los tipos pasivos se estaban incrementando, debido en parte a la liberalización y en parte a la política monetaria restrictiva, ajusta relativamente los tipos de interés pasivo a la inflación, aunque ésta estuviese, bajan do. Segundo, la propia crisis genera un aumento de riesgos que los bancos necesitan cubrir con un incremento de provisión para fallidos y que impulsa los tipos de interés al alza. Tercero, el saneamiento de la cartera de valores para compensar la caída bursátil. A esto habría que añadir la liberalización del sistema financiero con todos los problemas de acomodación que supuso al sistema bancario.
Como conclusión se puede decir que los gravísimos costes sociales del ajuste en el período 1978-1980 tuvieron importante origen en la evolución de los gastos financieros y en el necesario y prioritario ajuste del sistema bancario. Pero este último ha retrasado el ajuste industrial durante varios años.
Además, las empresas, como en todos los países, redujeron al mínimo la ihversión y gestionaron mejor sus stocks. Pero siendo el esquema similar a otros países, en España el ajuste en el período 1978-1980 no se verifica con la misma rapidez con que se produjo en otros países en el péríodo 1974-1976, en buena medida por las causas anteriores, y no se ha producido una recuperación del beneficio ni un saneamiento de la estructura financiera de gran parte de las empresas para producir un aumento fuerte de la inversión.
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