Satisfacción yugoslava por el Congreso del PCUS
Dos temas del 26º Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) han resonado especialmente en Belgrado, cuando todavía no se ha cumplido un año de la desaparición de Tito. El primero, la mención explícita de Breznev, hecha por primera vez, de la composición de la «comunidad socialista», fórmula hasta ahora difusa que pasa a incluir a Bulgaria, Hungría, la República Democrática Alemana, Mongolia, Polonia, Rumanía y
Checoslovaquia, con tres países no alineados, Vietnam, Cuba y Laos, pero sin Yugoslavia. Una definición que Tito quiso haber leído en vida.
Eso quiere decir que a la federación de los eslavos del sur no se le podrían aplicar por «derecho internacionalista» los mismos cánones que a Polonia, «un país al que nunca dejaremos colgado y en el que nos interesaremos». La Yugoslavia socialista rechazó siempre con tanto hincapié toda insinuación soviética de incluirla implícitamente en una «comunidad socialista» sobre la que el Pacto de Varsovia tendría derechos paternales de defensa de su devenir ideológico, como rebatió el anatema de que la Yugoslavia de la herejía autogestora y no alineada no era un país socialista.
El segundo de esos temores ha sido disipado sobre el papel al decir Breznev que, sin embargo, las relaciones con una Yugoslavia socialista, que no figura ni en el Pacto de Varsovia ni en el Comecón, «progresan en muchos campos y el futuro de la amistad soviético-yugoslava no despierta duda alguna».
El segundo tema de fuerte resonancia en Belgrado ha sido el elogio que de Tito hizo precisamente el guardián del sello de la legitimidad leninista en la URSS, Mijail Suslov, que se refirió al presidente yugoslavo como al primero de «muchos
combatientes de la clase trabajadora que bregaron por la democracia y el socialismo».
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