El golpe de Estado
Numerosas cartas han llegado a la dirección de EL PAIS sobre el golpe de Estado. Esta primera selección intenta recoger las variadas reacciones que los hechos del día 23 de febrero suscitaron en nuestros lectores.
Dejando al margen las consecuencias políticasy sociológicas que se derivan del intento golpista, recientemente protagonizado por algunos miembros del Ejército en nuestro país, quisiera reseñar ahora el valioso documento que se nos ha brindado a los españoles, a través de una grabación clandesti
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na, por una de las cámaras fijas del hemiciclo del Congreso, en los momentos iniciales del golpe de mano.
En un apresurado apunte, no tengo más remedio que rendir homenaje a los profesionales de la información en las tareas gráficas y de filmación. Parecería que estos profesionales tienen un instinto casi suicida que les impele a dar testimonio de los acontecimientos sociales en las circunstancias más adversas, una especie de lucidez histórica les mantiene en su tarea, muchas veces con riesgo de sus vidas: piénsese en las filmaciones bajo las balas o la instantánea conseguida bajo la amenaza de las armas.
Ese filmador desconocido que mantuvo la cámara fija sobre el hemiciclo del Congreso sabía, aunque en esos momentos de estupor y confusión no fuera muy consciente de ello, que era responsable de dar testimonio y de legar ese testimonio a la conciencia colectiva de un pueblo.
Una lanza rota por un cámara desconocido es poco. La historia también se hace con personajes anónimos.
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