La aprobación por el Congreso, punto clave para el éxito del programa económico de Reagan
Las primeras reacciones al programa económico presentado el pasado miércoles por el presidente Ronald Reagan, basado en una reducción del gasto público y los impuestos, son relativamente moderadas. El Partido Demócrata critica, en particular, la estrategia de reducción del 30% de impuestos en tres años, porque «generará inflación».
Los sindicatos de la AFL-CIO se pronuncian en términos análogos. Mientras los medios financieros, claves para el éxito del plan, son extremadamente prudentes, a la espera de las evidentes modificaciones que sufrirá el programa en el curso del debate y aprobación final en el Congreso.Curiosamente, los demócratas, mayoritarios en la Cámara de Representantes, centran su oposición en la innovadora doctrina de reducción de impuestos, por «inflacionaria» y por constituir «una reducción demasiado fuerte», basada sólo en una nueva teoría económica. No atacan a fondo la iniciativa de reducción del presupuesto en 41.400 millones de dólares, a pesar de afectar a casi todos los sectores de ayuda social.
El senador Gary Hart (demócrata, por el Estado de Colorado) considera que el programa de reducción de impuestos debe limitarse a un solo año. Eventualmente hay que supeditar a posteriores votos del Congreso la continuidad o la cancelación del plan trienial de disminución de impuestos.
La mecánica ideada por los estrategas económicos del presidente Reagan es, ante todo, un reto para estimular la inversión, con la consiguiente creación de puestos de trabajo, gracias al trasvase de toda una serie de funciones del sector público al privado y a reducción de impuestos para favorecer el ahorro.
¿Ahorro o consumo?
Pero es dudoso, en una sociedad donde prácticamente se desconoce el ahorro, que los beneficios de una descarga fiscal vayan a originar nuevas inversiones. Es más plausible que la clase media norteamericana, la más consumista del mundo, destine los mil dólares de promedio (unas 85.000 pesetas) que le devolverán los impuestos, a consumir rápidamente -muchas veces en productos importados- o, simplemente, a «equilibrar» la espiral inflacionista que puede originar la política Reagan. Principio que deja ya sentirse con la liberación de los precios de la gasolina y gas natural, que repercute en aumentos importantes para el ciudadano.Con su oposición a la drástica política de reducción de impuestos, los demócratas parecen dispuestos a marcar sus distancias con el esquema del equipo Reagan. Sobre todo cara al próximo año, momento en que las elecciones para una renovación de un tercio del Senado -hoy bajo mayoría republicana- convertirán en propaganda de política electoral los primeros síntomas de éxito, o fracaso, de la planificación económica que hoy presenta el equipo Reagan.
Otro factor clave para el triunfo de la «doctrina Reagan» es la reacción de los medios empresariales. El «optimismo» del presidente, ¿repercutirá en un movimiento de inversión masiva para renovar sectores industriales caducos o afrontar nuevos retos de la sociedad industrial norteamericana? De momento, Wall Street espera, con un mínimo de variantes en la Bolsa, prácticamente estable, desde la presentación del programa económico de Reagan, el pasado 18 de este mes ante el Congreso.
Sólo la evolución del dólar en el mercado internacional parece confirmar la confianza en el futuro económico norteamericano, bajo la Administración Reagan.
Los altos índices de interés para el dólar no serían el único punto que explicaría la espectacular subida de la divisa estadounidense durante las últimas semanas. El cambio de rumbo que Reagan desea imponer a la economía de EE UU sería un factor determinante en la recuperación internacional del dólar.
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