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Mensaje del Papa a los trabajadores más explotados

Juan Arias

ENVIADO ESPECIAL«La injusticia reina cuando en el interior de la misma sociedad algunos grupos poseen la mayor parte de los bienes y del poder, y una gran parte de la población no puede proveerse decentemente con los medios de subsistencia para sus familias, ni siquiera con largas horas de extenuante trabajo en las fábricas o en los campos». Esta fue una de las muchas afirmaciones del largo discurso de carácter social que el Papa dirigió ayer en la isla de Negros, en Bacolod, a los cortadores de caña de azúcar, considerados como los trabajadores más duramente explotados del país, hasta el punto que para poder sobrevivir se asegura que deben endeudarse con sus mismos dueños, que así los tienen cogidos por el cuello y bajo chantaje.

El papa Wojtyla había estado por la mañana en el sur de Filipinas, en Mindanao, la zona que el presidente Ferdinand Marcos ha mantenido aún bajo la ley marcial, a causa de la dura guerrilla que mantienen los musulmanes llamados aún moros, como en tiempo de los españoles. Quizá por esto es el único lugar de este viaje en el que al Papa no se la he permitido salir del aeropuerto. Allí celebró una misa bajo una naturaleza cargada de sabor tropical y bajo un sol de fuego que empujaba a la gente a cubrirse con todo lo que pescaba a mano.

Contacto con los "moros"

Inmediatamente después, el Papa se encontró con una representación de jefes musulmanes de la región. Su discurso no entró en el tema de la guerrilla, como en su famoso discurso de Drogueda, en Irlanda. Se limitó a decir que «es necesario aumentar los valores del amor y de la colaboración para construir una Filipinas más justa y más próspera». Según algunos observadores, se trató de unos representantes moros más bien escogidos por el régimen, y de algunos extremistas convertidos, que eran los que más buscaban a los periodistas para condenar las mentiras de los occidentales que exageran la tensión en aquella región de Mindanao, y para elogiar al régimen y condenar sin más análisis a los extremistas. Pero ayer fueron los trabajadores de los campos de la caña de azúcar quienes prepararon al Papa el mayor triunfo de lo que va de este viaje en el Extremo Oriente. Como hormigas llegaron hasta Bacolod no menos de dos millones de personas. El Papa, en un coche que era una especie de torre de cristal, pasó desde el aeropuerto hasta la inmensa explanada al lado del mar y a dos pasos de sus campos de un trabajo durísimo bajo un fragor de gritos y aplausos. Las fuerzas del orden se las vieron y desearon para poder contener el entusiasmo delirante de aquella marea humana que impresionó incluso a los fotógrafos que acompañan a este Papa durante todos sus movimientos en sus viajes.

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