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Tribuna
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El candidato, para septiembre

Leopoldo Calvo Sotelo, en adelante el candidato, ha quedado para septiembre. No buscaba matrícula de honor ni avasallador triunfo por el 99%. Aceptaba de antemano la modestia de la segunda votación por mayoría simple, que tiene asegurada para el lunes próximo.Mientras llega el momento de ese segundo escrutinio, a cubierto de toda sorpresa, parecen adquiridas algunas conclusiones provisionales tras estos días de intervenciones y debates.

En primer lugar, el juego parlamentario brindado por Leopoldo Calvo Sotelo ha tenido la virtud de galvanizar en torno suyo a la gran mayoría del grupo ucedista, cuyas divisiones internas no quedaron en absoluto saldadas en el pasado congreso de Mallorca. La hueste centrista parece recuperar el orgullo de sentirse tal.

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Por encima de la composición de la ejecutiva y de las tendencias del Grupo Parlamentario Centrista, se pronostica que el candidato se ha asegurado una posición preponderante e indiscutida en el partido.

Ha terminado la transición. No hay rastro de emoción fundacional alguna. Se abre la veda de un cierto anticomunismo primario. El candidato, fuera de todo complejo, no ha mostrado consideración alguna hacia el papel que también la izquierda comunista cumplió en el logro del actual régimen democrático.

Las intervenciones de Ernest Lluch, por los socialistas de Cataluña; de Santiago Carrillo, por el Partido Comunista, y de Felipe González, en nombre de los Socialistas del Congreso, no encerraron mayores novedades ni sorpresas. Para los asesores del candidato, a mediodía de ayer, la preocupación fundamental no era el discurso pendiente del líder del PSOE, sino la intervención del propio presidente de UCD, Agustín Rodríguez Sahagún.

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En tono humorístico comentaban algunos que para ellos sería aceptable un discurso de entrega de despachos que barriera el amargo sabor de la arenga de jura de bandera pronunciada en la clausura de Palma de Mallorca por el presidente centrista para su elección. Al fin, todos los temores quedaron disipados, con un texto escrito que ha seguido dejando en la oscuridad la dimisión de Suárez; ha confirmado, como los diputados imaginaban ya desde hacía varios días, que Leopoldo Calvo Sotelo era el candidato de UCD; ha hecho suyo el programa de investidura, asegurando que respondía a lo aprobado en el congreso centrista; se ha extendido en la cita de votaciones favorables ganadas en el Congreso, y ha intentado refutar las acusaciones de derechización dirigidas por los grupos parlamentarios de la izquierda, aunque asegurando que en el futuro UCD no se adelantará a las soluciones que desde ese lugar del espectro político se propugnan.

El catalán Ernest Lluch no tuvo ayer su mejor momento y quedó muy por debajo de su compañero Carlos Solchaga, representante de los socialistas vascos, en su intervención del jueves. Lluch llegó a decir, a propósito de las leyes de Divorcio y Autonomía Universitaria, que no debían aceptarse presiones externas sobre «temas encajonados de manera normalizada».

Santiago Carrillo estuvo también muy por debajo de otras ocasiones y proporcionó al candidato oportunidades de lucimiento con recursos a veces algo facilones, pero deliberadamente ilustrativos de cómo se entiende la nueva etapa política que quiere abrirse. El líder comunista reaccionó a los puyazos recibidos y aconsejó al candidato que no se fiara de las promesas de colaboración ulterior suscritas por algunas fuerzas nacionalistas y de la derecha de Coalición. Leopoldo Calvo Sotelo, en su réplica, consideró esa apreciación como una injerencia, pero no fue capaz de provocar que vascos y catalanes aprovecharan la oportunidad para reafirmar sus ofrecimientos de ayuda.

El terreno para Felipe González había quedado plenamente despejado cuando tomó la palabra al reabrirse la sesión por la tarde. Limpiamente, las definiciones de Calvo Sotelo le habían entregado todo el espacio político de la socialdemocracia, por el que tan duramente combatieron los centristas desde 1977. Para el diputado socialista, Luis Solana, esta situación ha permitido a Felipe González hacer un discurso que hubiera podido leer el alemán Helmut Schmidt. En palabras de un destacado socialdemócrata centrista, de los que ahora se sienten amenazados, Felipe ha hecho ayer un buen discurso, de los de UCD de 1977.

El torneo dialéctico Calvo Sotelo-González se hizo sin verter sangre generosa, como recomendaba Shakespeare, medidamente citado por el primero de los contendientes. Guante blanco por ambas partes y una declaración arrancada in extremis al candidato, que llegó a reconocer así su intención de no proponer la retirada de los proyectos pendientes que la opinión pública considera el test de la derechización.

La referencia de Leopoldo Calvo Sotelo al Grupo Parlamentario Centrista, al que encomendó en cierta medida la suerte de estos proyectos, es contraria a los vigentes estatutos del partido, que señalan en esa materia la competencia del Comité Ejecutivo, pero resulta indicativa del futuro que puede aguardarles.

Como resumía un joven abogado en pleno éxito profesional y económico, el retroceso que por todas partes se presiente en materias de divorcio, escuela pública e incompatibilidades, devuelve a muchos la posibilidad de ser otra vez rojos.

Aquella reunión de la permanente de UCD en torno a Suárez en el pantano de Santillana, antes del verano pasado, buscaba la forma de llegar a un pacto parlamentario que asegurase mayoría absoluta en el Congreso. Así nacieron los 180 votos de la moción de confianza en septiembre último. Ahora, el Gobierno que Calvo Sotelo dé a conocer el martes tendrá que valerse de los 169 votos contabilizados la tarde del viernes, difícilmente ampliables hasta el nuevo escrutinio del lunes. El calendario legislativo será, pues, modificado y las leyes de carácter orgánico, que exigen mayoría cualificada, quedarán a buen recaudo para después de las elecciones.

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