El programa económico de Reagan preocupa en la CEE
El programa económico anuncia do por el presidente norteamericano, Ronald Reagan, ha sido acogido con mal disimulada preocupación en medios de la Comunidad Económica Europea (CEE), que teme, fundamentalmente, un aumento de las tasas de interés, el fortalecimiento del dólar y un progresivo aislamiento estadounidense. Desde el punto de Vista de los intereses europeos, la principal incógnita la plantean las consecuencias de la política monetaria de Washington. Si Estados Unidos eleva o, simplemente, mantiene las tasas de interés actuales -explica una fuente oficiosa comunitaria-, el dólar subirá y auriléntará la factura petrolera de los países occidentales. La incertidumbre sobre los resultados del programa Reagan -añadió dicha fuente- es perjudicial para los diez porque va a provocar la fiebre en los mercados de cambio.
La nueva política económica norteamericana, caso de ser aprobada por el Congreso sin modificaciones sustanciales, puede provocaídos reacciones muy diferentes, según un experto económico del Gobierno belga. Lós beneficios de las sociedades estadounidenses, liberadas de una gran parte de sus impuestos, van a aumentar considerablemente. ¿Qué van a hacer con ese dinero extra? Si lo utilizan en crear nuevos empleos, la economía norteamericana se relanzará, pero atraerá también al capital europeo, ya de por sí reacio a invertir en sus propios países. Y si los norteamericanos no reinvierten en su país, tampoco lo harán en Europa, sino en países de bajo coste salarial, aumentando la competencia con los productos europeos. Y si finalmente el programa Reagan no logra controlar la inflación y provoca, bien al contrario, un aumento del consumo, se producirá una nueva crisis que pagaremos los europeos.
La ayuda al Tercer Mundo
El nuevo liberalismo de Reagan tiene además otra faceta que inquieta a sus aliados occidentales: el impresionante recorte de la ayuda a otros países. Washington, al suspender o limitar una parte importante de sus programas de ayuda al desarrollo, coloca a Europa en una difícil situación: aplicar la misma reducción, lo que va contra la tradicional ambición de aumentar la presencia e influe nicia de los diez en el Tercer Mundo o seguir manteniéndola en el mismo nivel, con escaso apoyo del gigante americano.
La tercera faceta preocupante para los Gobiernos europeos occidentales es la posibilidad de que Estados Unidos y la Unión Soviética se lancen a una nueva y larga carrera de armamentos, con las consecuencias económicas que ello comporta, no sólo en el sentido de que se exija a los aliados un esfuerzo similar, sino por la importancia de la industria de armamento norteamericana, capaz de influir en otros muehos sectores productivos.
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