Los silencios del candidato
EL DEBATE de investidura mantuvo, en la tarde de ayer, el secreto del sumario en torno a los temas que Leopoldo Calvo Sotelo había ya considerado implícitamente como materia reservada en la presentación de su programa. En su inteligente y bien trabada intervención, el portavoz de los socialistas vascos, que revalidó su fama de brillante parlamentario, solicitó del candidato, de manera directa y explícita, que precisara sus criterios personales y sus propósitos futuros sobre los proyectos de ley de Divorcio y de Autonomía Universitaria (ya dictaminados por las correspondientes comisiones del Congreso) y sobre el texto enviado por el Gobierno a las Cortes para regular el régimen de incompatibilidades de políticos y funcionarios. Aunque Leopoldo Calvo Sotelo contestó con mesura y con loable espíritu de diálogo a diversas preguntas de Carlos. Solchaga sobre otros temas, su única respuesta a esas candentes cuestiones fue marcharse atropelladamente a los cerros de Ubeda. Para mayor abundancia, el candidato dio la callada por respuesta a la intervención de Fraga, en cuya cesta iban también los caramelos envenenados de una exigencia de clarificación sobre el divorcio, la autonomía universitaria y la financiación de los colegios religiosos.A menos que Leopoldo Calvo Sotelo reserve para la sesión de hoy un efecto de sorpresa, ese cerrado silencio confirmaría las sospechas sobre el decisivo papel desempeñado en la dimisión de Adolfo Suárez por las presiones extraparlamentarias, que encontraron en el sector crítico, centrista los dóciles vehículos para hacerse presentes en el Parlamento, contra las leyes de Divorcio y de Autonomía Universitaria. Como señalábamos ayer, la política económica propuesta por el candidato no difiere sustancialmente de la proyectada por el Gobierno del que todavía es vicepresidente económico. Tampoco sus planteamientos autonómicos, si bien algo crudos en la forma en que fueron presentados anteayer, tienen que discrepar forzosamente, como teme Miguel Roca, de la nueva lectura del título VIII de la Constitución ideada por Pérez-Llorca y Martín Villa desde mayo de 1980. Ni siquiera la manifestación de la vocación atlántica de UCD resulta original, si bien pudieran sonar como nuevos los subrayados y énfasis colocados por Leopoldo Calvo Sotelo sobre esa opción estratégica.
Pocos son quienes creen todavía en las explicaciones psicologistas de la dimisión de Adolfo Suárez, entre otras cosas, porque el renunciante ha demostrado una envidiable fortaleza de carácter al articular de inmediato un bloque político para retener el poder en el Comité Ejecutivo de UCD. Por si faltaran más pruebas, el candidato, en su discurso programático de anteayer, dijo con todas sus letras que la retirada de Suárez significaba el final de la transición y el comienzo de una etapa nueva, que se proponía iniciar un rumbo nuevo para la nave del Estado y que rechazaba la inercia de la continuación. Si bien su alusión a la necesidad de un cambio en la manera de gobernar puede alimentar las ilusiones de que el cambio de Suárez por Calvo Sotelo tiene que ver sólo con cosas tan imprecisas como el estilo, el talante o la forma de ejercer el poder, hay una frase al final de su discurso que despeja cualquier duda. Porque cuando el aspirante a la investidura concluyó su intervención recalcando que su Gobierno será fiel a sus principios y sin la preocupación de adelantarse a los ajenos, estaba dando, en forma de acertijo, la clave de la crisis, basada en cuestiones de línea política, y no en problemas personales.
No parece, así, descabellado pensar que uno de los objetivos centrales de la sustitución de Adolfo Suárez por Leopoldo Calvo Sotelo sea un cambio de rumbo precisamente en torno a los proyectos de ley de Divorcio y la Autonomía Universitaria, que el anterior Gobierno había apoyado. El tabú que ha rodeado ayer en las intervenciones del candidato a los dos proyectos no hace sino confirmar las sospechas de que son dos escollos que explican la dimisión de Adolfo Suárez y la designación de Leopoldo Calvo Sotelo para formar un Gobierno que los orille.
¿Por qué ese retumbante, obstinado e inútil silencio? ¿Qué razones pueden disculpar que un profesional del poder, cuya capacidad para responder a las interpelaciones parlamentarias quedó ayer satisfactoriamente probada, preste oídos sordos a las preguntas y mande al corral sin lidiarlos a los únicos temas realmente peligrosos que saltaron al hemiciclo? ¿Cuál puede ser la motivación de un mutismo que bordeó casi los límites de la incorrección parlamentaria?
Leopoldo Calvo Sotelo humilló a Alejandro Rojas Marcos en su disciplente réplica a las palabras del portavoz andalucista, al aludir a su propósito de no incurrir en la práctica plebeya de mercadear votos con las minorías. Con independencia de que la decisión de sacar los colores a la cara del líder del PSA arrastró en el menosprecio a Adolfo Suárez y Rodolfo Martín Villa, pues tan chalanes son los que compran como los que venden, y pudo también ofender grávemente a los otros diputados que votaron en favor de UCD en el pasado, al candidato se le fue la mano en su reprimenda. Pues bien pudiera ocurrir que el silencio en torno a los temas del divorcio y de la autonomía universitaria, tan artificial como misterioso, se debiera a los mercadeos y los acuerdos ocultos, dentro del Grupo Parlamentario Centrista, entre el sector socialdemócrata, hasta ayer comprometido con los proyectos de ley de Divorcio y de Autonomía Universitaria, y el ,propiocandidato.
El futuro dirá cuál es el sentido y el contenido de esa eventual negociación. Los diputados centristas social demócratas están, desde luego, plenamente justificados, por la disciplina de voto, para respaldar a Leopoldo Calvo Sotelo en su investidura. Pero no deben olvidar que están comprometidos ante la opinión y sus electores a condicionar su apoyo al poder y permanencia en el mismo a la intocabilidad de las leyes citadas.
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