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Los ahorros presupuestarios de Reagan afectarán fundamentalmente a los ciudadanos más pobres

Cuando el próximo miércoles, 18 de febrero, el presidente Ronald Reagan se dirija al Pleno del Congreso de Estados Unidos, los 226 millones de ciudadanos norteamericanos conocerán con detalle todas las medidas de un programa económico destinado a equilibrar el gasto público, que afectará a todas las clases sociales del país y en primer lugar a los pobres.

Pero, en realidad, ¿cómo viven los casi treinta millones de personas consideradas como pobres en la primera potencia económica del mundo?A pesar de la esencia de un Iiberalismo capitalista a ultranza, el sistema social norteamericano cuenta actualmente con toda una panoplia de mecanismos en favor de los ciudadanos menos favorecidos, negros e hispanos, en general.

Desde la década de los sesenta, a iniciativa de los presidentes John Kennedy y Lyndon Johnson, con sus programas de «guerra contra la pobreza», Estados Unidos mejoró una serie de ayudas sociales destinada a paliar los efectos de miseria. Hoy, en aras de un «ahorro» en el gasto público, el equipo del presidente Reagan se prepara a reducirlas o, cuando menos, «congelarlas» para los próximos años.

A mitad de camino entre los sofisticados sistemas sociales de los países nórdicos y los países del sur de Europa, la riqueza tradicional de Estados Unidos cuenta con variadas opciones que permiten sobrevivir a los ciudadanos desheredados.

Aunque varía según los cincuenta Estados de la Unión, una persona que pierda su trabajo puede inscribirse automáticamente en la welfare (beneficencia), que, en la mayoría de los Estados, pagará, proporcionalmente al último salario percibido, cantidades que oscilan entre las 10.000 y las 20.000 pesetas semanales, durante siete meses, con derecho a rechazar hasta tres veces, si no conviene, las ofertas de nuevos trabajos que propongan las oficinas de desempleo.

Naturalmente, como en todas partes, la welfare ha desarrollado toda una picaresca, que Reagan espera limitar, al cerrar un poco el grifo de la ayuda social. Sobre todo reduciendo en 2.600 millones de dólares, de un total de 12.900 millones, propuestos inicialmente en el presupuesto de 1892, destinados a «billetes para comida».

Casi idénticos a un talonario de cheques de viaje, las personas que se benefician de la welfare, por su condición de parados o por no alcanzar el nivel mínimo de «pobreza», reciben talonarios con cheques de uno a veinte dólares (de 85 a 1.700 pesetas), con los que pueden pagar cualquier tipo de productos alimenticios en no importa qué tienda o supermercado. Actualmente, unos veintidós millones de personas reciben billetes de comida, por valor de 39 dólares mensuales (unas 3.200 pesetas).

Por otra parte, en Estados Unidos, la seguridad social no cubre la parte médica. Sólo representa un seguro de retiro a partir de 65 años para los hombres y 63 para las mujeres. Sin embargo, a nivel de cada Estado, condado o ayuntamiento, existen, en general, clínicas que reciben fondos públicos o privados para atender personas enfermas sin medios.

El seguro privado de enfermedad sufraga, proporcionalmente a las cuotas pagadas, los gastos médicos en un país donde el precio medio de un día de hospitalización es de quinientos dólares (45.000 pesetas).

Unos 2.300 millones de dólares serán «recortados» por Reagan en el programa federal de asistencia social. Afectarán, sobre todo, a la ayudas para estudiantes y a las personas minusválidas.

La defensa, excluida del ahorro

Ciertos beneficios para el desempleo, el reparto de una comida gratuita en las escuelas públicas, la eliminación de uno 60.000 puestos de trabajo en organismos públicos y un sinfín de pequeños «cortes» de carácter social y en otros sectores (energía, investigación espacial) permitirán al Gobierno de Ronald Reagan reducir en unos 50.000 millones de dólares el presupuesto fiscal para 1982, inicialmente calculado por el ex presidente Jimmy Carter para un gasto total de 739.000 millones de dólares. Sólo el presupuesto de defensa será salvado de la poda. Al contrario, verá crecer su dotación, «comiéndose», con sus 220.000 millones de dólares, más del cuarto del total del gasto público norteamericano.Constituye una incógnita saber cuál será la reacción del público, minorías étnicas en particular, ante el «apriete de cinturón» que impone Reagan. Operación que pretende aligerar con un plan de reducción del 10% anual de impuestos directos, durante tres años (aplicable a partir del próximo 1 de julio), que poco afectará a los beneficiarios de la welfare.

Los sindicatos pueden protestar si la política social de Reagan incide duramente sobre los trabajadores. De momento, como casi siempre en Estados Unidos, los sindicatos expresan sólo una leve crítica, más política que social, por su tradición prodemócrata.

Si Reagan gana la partida y logra reducir el déficit público y frenar la inflación (12,4% en 1980) generará una recuperación económica que todo el mundo espera en Estados Unidos. Si sus consejeros económicos se equivocan, como puede ocurrir, en la terapéutica, el Partido Demócrata, hoy en la oposición, atacará a fondo el fracaso, en busca de nuevos votos.

En cualquier caso, es dudoso que los beneficiarios de la welfare vuelvan a votar por Ronald Reagan en noviembre de 1984, si es que algunos lo hicieron el pasado 4 de noviembre.

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