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Intensa polémica en la sociedad italiana sobre la reimplantación de la pena de muerte

Casi con vergüenza, haciendo poco ruido, el partido de extrema derecha fascista de Giorgio Almirante, el Movimiento Social Italiano (MSI), había empezado a recoger el mes pasado, en las calles y plazas del país, las firmas suficientes para poder presentar al Parlamento una ley que introduzca en Italia la pena de muerte.

En Italia, de repente, se ha planteado un problema que está hirviendo en las primeras páginas de todos los diarios y es tema de conversación en los autobuses, en los cafés y en las familias. Nadie se lo quería creer, pero la verdad es que hasta en las ciudades ancestralmente antifascistas, como Bolonia, se han hecho colas enormes para firmar la petición de reimplantación de la pena de muerte. Y lo mismo está sucediendo en toda Italia.Almirante no quiere aún revelar las firmas en poder de su partido, pero se sabe que son muchísimas. Y lo que empieza a preocupar es que lo están firmando no sólo los fascistas del partido del MSI. Lo hacen gentes de todos los partidos, hasta comunistas y de todas las extracciones sociales, desde intelectuales de fama hasta amas de casa que se paran a firmar cuando vuelven de la compra.

Hasta ahora, todos los grandes diarios se han declarado sin ambigüedades contra la iniciativa de Almirante. Existe la certeza absoluta que en el Parlamento una ley a favor de la pena de muerte será rechazada masivamente. Pero preocupa el que exista también la casi certeza, como indican todos los sondeos más fiables, que en un referéndum popular sería aprobada.

El primer golpe que ha hecho empuñar la pluma a los más prestigiosos escritores y sociólogos del país ha sido el caso del diario laico La Stampa. Después de haber publicado una editorial de una de sus firmas más famosas, el historiador Alessandro Galante Garrone, quien había llegado a decir que la introducción excepcional de la pena de muerte en Italia «llevaría al país a una guerra civil», llegó al diario un artículo, a favor de la pena de muerte, de otro escritor de primera plana del periódico: Massimo Mila, crítico musical conocido internacionalmente, viejo antifascista y simpatizante del partido comunista de toda la vida. La redacción de La Stampa se opuso a su publicación, pero el director la impuso por respeto a la libertad de Prensa, aunque subrayando con una nota que la línea del diario era contraria a la pena de muerte.

Sin embargo, el artículo de Mila y sus declaraciones, en las que afirma que está recibiendo cientos de llamadas de felicitación, incluso de comunistas y de declarados antifascistas de siempre, ha creado una reacción durísima en el ámbito de los intelectuales más prestigiosos del país: desde Moravia a Sciascia, desde Bocca a Umberto Eco, desde Ferrarotti y Alberoni a Calvino, todos han sido durísimos.

Leonardo Sciascia ha llegado a decir que quien firma la petición del MSI «ha matado ya dentro de su corazón». Recuerda que la pena de muerte «es el más horrendo de los crímenes», y que fue un día de gloria y de fiesta para Italia cuando fue abrogada.

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Según Sciascia, la razón por la cual en un referéndum popular ganaría la pena de muerte es «porque la gente se siente insegura y desea vengarse», y añade: «Sin embargo, debemos dar las gracias a los padres de la patria, que nos han liberado de los pelotones de ejecución».

No menos duro ha sido Umberto Eco, quien ha hecho un análisis lucidísimo de lo que él llama «fascismo en estado puro». Para Eco, es sólo «el culto de la muerte», de una muerte «como valor que debe afirmarse por sí mismo».

Según Eco, «para amar la muerte hay que despreciar profundamente la vida». Y añade, con amargura, que hoy en Italia «se advierte olor de muerte», y que, «en parte, ha sido el terrorismo, con su alma profundamente fascista, uno de los responsables de haber despertado pulsiones profundas, fascismos enmascarados, ignorados incluso por quienes los escondían reprimidos en su inconsciente ».

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