Refugiados vietnamitas tratan de encontrar en Leon una nueva vida
Trescientos cincuenta refugiados vietnamitas llegados a La Línea (Cádiz) hace más de tres meses, desde Hong Kong, han comenzado a ser repartidos por todo el país en busca de un puesto de trabajo y una vivienda. La mayor parte de ellos salieron del antiguo Vietnam del Norte en mayo de 1978 en pequeños barcos de vela que sólo fueron autorizados a atracar en otros puertos cuando amenazaban hundirse. Hoy los gobiernos civiles de varias provincias españolas intentan buscarles un asentamiento definitivo.
Hace ya tres semanas que a León llegó un grupo de refugiados integrado por cinco familias y 34 personas, todas ellas de nacionalidad vietnamita y origen chino, cuyas edades oscilan entre 65 años y sólo ocho meses. Ninguno de ellos conoce el español -sólo algunas palabras aisladas-, ni el inglés, ni el francés, y los organismos oficiales encargados de su cuidado han tenido que recurrir a los buenos oficios de un antiguo misionero jesuita, el padre Victorino García, como único intérprete posible en toda la provincia.La presencia de los refugiados vietnamitas en León sólo fue dada a conocer hace unos días me diante una nota del Gobierno Civil, en la que se citaba marginalmente su situación y se mencionaban, de forma genérica, sus dificultades para adaptarse al sistema de vida local. Entre los refugiados figura un minero, un ferroviario, un ebanista, un fontanero y un médico de 35 años, Chen Chin Huei. Les acompañan sus mujeres y una numerosa tropa de niños, algunos de los cuales nacieron ya fuera de su país.
Según el relato hecho por el médico, fueron alrededor de doscientos los que salieron de Haipan, en Vietnam del Norte, en un barco que no pudo atracar en ningún puerto chino durante más de dos meses, lo que les obligó a vagar sin rumbo por la zona. Durante la travesía murió al menos un niño, sin que las autoridades chinas les permitieran desembarcar en su territorio, limitándose a entregarles víveres periódicamente. Por último, pudieron atracar en Hong Kong, cuando el barco estaba a punto de hundirse a causa de una vía de agua.
El médico Chen Chin Huei y en general, el resto del grupo se muestran cortésmente reservados al contestar a las preguntas de los periodistas que les han entrevistado durante los últimos días. El Gobierno Civil ha habilitado para ellos, como resídencia provisional, mientras encuentran trabajo y vivienda, un antiguo edificio perteneciente a la organización sindical. Allí, según su propia confesión, se encuentran bien tratados y reciben tres comidas al día.
A la pregunta de si alguna de sus necesidades no ha sido cubierta contestan negativamente, y sólo tras insistir, con la mediación del intérprete, responden que echan de menos el dinero necesario para gastos de bolsillo: «Para comprar tabaco o pasta de dientes». Tampoco saben dónde van a destinarles, aunque los organismos oficiales de la provincia han hablado, de la posibilidad de repartirlos entre varias localidades, entre ellas Ponferrada, donde puede haber trabajo para el minero, y el médico podría encontrar empleo con un colega interesado por la medicina china.
Todavía ayer los organismos oficiales seguían improvisando planes de ayuda a los refugiados: el Ministerio de Trabajo no les había encontrado empleo, Educación y Ciencia les había concedido una subvención y estudiaba la posibilidad de encontrar un centro educacional para los niños, y la Cruz Roja intentaba -con pocos medios- encontrarles alojamiento. Quizá los más interesados en su suerte eran los vecinos del barrio leonés de Pinilla, donde se encuentran alojados, y han hecho amistad con familias y niños por encima de las dificultades del idioma.
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