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Un proceso desprovisto de garantías

La legalidad de la República Popular China tiene poco que ver con lo que se entiende en Occidente por garantías jurídicas. Lo más llamativo es el nulo papel reservado a los abogados, la prohibición de asistencia a observadores extranjeros -Prensa incluida- y el hecho de que el procesado tiene que enfrentarse con sus acusadores y con el tribunal sin asesoramiento alguno. En el caso del juicio contra la viuda de Mao y sus compañeros se produjo además la circunstancia adicional de un clima claramente hostil, creado por medio de campañas que daban por supuesta la culpabilidad de los procesados mucho antes de que comenzara la vista.Un jurista chino, Zhang Youyu, vicepresidente de la Academia de Ciencias Sociales y profesor universitario, lo explica así: «El principio-guía al que nos adherimos se opone a la presunción de culpabilidad, pero no aprueba totalmente la presunción de inocencia. En el curso del enjuiciamiento, el tribunal no afirma la culpabilidad de un acusado ni presume que éste sea inocente. Al proceder de esta manera se puede asegurar la certeza de la sentencia y evitar los fallos erróneos a causa de la influencia de las ideas preconcebidas». Afirmación esta última en verdad divertida, después de tres años de martilleo propagandístico sobre los crímenes de la banda de los cuatro.

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Por lo que se refiere a la vista en sí, el sistema empleado era el siguiente: el fiscal planteaba la acusación sobre cada delito -se acusaba a los procesados de un total de 48 crímenes-, se interrogaba al acusado implicado en cada caso, y éste tenía dos alternativas: reconocer su culpabilidad o negarse a hacerlo. A continuación se producía el desfile de testigos, presentados únicamente por el fiscal, y se presentaban pruebas escritas y otros testimonios. Finalizado el interrogatorio, el fiscal confirmaba o no la culpabilidad del procesado -es inútil aclarar que en este caso todos eran sistemáticam ente declarados culpables- y se declaraba concluida la vista de la causa.

El paso siguiente consistió en la celebración de un «debate judicial» sobre el grado de culpabilidad de cada acusado y penas que le corresponden, único momento en que los abogados podían intervenir. La actuación de los abogados se efectuaba, sin embargo, cuando ya en la fase anterior del juicio se había declarado probado el delito correspondiente, por lo que el defensor apenas podía hacer otra cosa que pedir clemencia o resaltar los aspectos atenuantes (el principal de ellos es declararse culpable: así lo han hecho ocho de los diez procesados en eljuicio de Pekín). A continuación se dicta sentencia.

Pese a las notables diferencias entre este sistema y el que rige en las democracias de Occidente, el juicio a la viuda de Mao y sus compañeros se ha desarrollado con un mínimo de formalidades, lo cual no ocurría, desde luego, en períodos anteriores del régimen chino. Para comprender el sistema conviene saber que en China no rige el principio de separación de poderes, sino que la policía y los tribunales son considerados como «instrumentos esenciales de la dictadura del proletariado». La desmaoización no ha hecho variar dicho concepto, si bien ahora se aplica por una organización judicial más «profesionalizada».

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