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La liberación del magistrado Giovanni d'Urso

El juez D'Urso se sometió a un ínterrogatorio de cuatro horas tras ser liberado

Juan Arias

Giovanni d'Urso, el juez secuestrado por las Brigadas Rojas el 12de diciembre, fue liberado en la mañana de ayer, a las 7.38 horas. Fue abandonado en un Fiat 127, color avellana, en la calle del Pórtico d'Otavia, número 37. Se trata del famoso barrio judío (Il Ghetto), a doscientos metros del Ministerio de Gracia y Justicia, donde trabajaba D'Urso, y a 150 metros de Vía Caetani, donde las Brigadas Rojas habían dejado el cadáver de Aldo Moro, detrás de las oficinas del partido comunista.

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La noticia la dieron los mismos terroristas, con una llamada telefónica a la agencia Ansa. Advertida la policía, a los pocos minutos dos redactores de la agencia y las fuerzas del orden encontraron el coche indicado por las Brigadas Rojas. La matrícula era Roma 57211. Pero se trataba de una matrícula falsificada.El juez D'Urso estaba tendido en la parte trasera del coche, cerrado con llave. Estaba amordazado, atado de pies y manos, envuelto en una manta y atado como un paquete con una gruesa cuerda de embalar que le rodeaba el cuello. Los cristales del coche estaban empañados. Cuando el juez se dio cuenta de que había llegado la policía hizo un esfuerzo, intentó sentarse; con los pies atados con alambre dio un puntapié al asiento delantero, y con las manosiuntas, también atadas, logró abrir el seguro del coche. Estaba amordazado con una venda blanca, sujetada por un esparadrapo que tuvieron que arrancarle con los dientes. En los oídos tenía unos auriculares estereofónicos que transmitían música a todo volumen. Despeinado, con barba de 34 días de dura prisión, lúcido pero extenuado, hizo un gesto de disgusto cuando empezaron los fotógrafos a disparar sus cámaras.

El magistrado aseguró a la policía que en ningún momento había sido maltratado o amenazado de muerte por sus secuestradores. Sus interlocutores fueron incluso en algunos momentos corteses. Giovanni d'Urso tuvo la clara impresión que dos de los secuestradores estaban especialmente encargados de vigilarle permanentemente. De estos dos, uno le traía sus comidas, las mudas de ropa y vaciaba su orinal. Solía comer platos de cocina toscana.

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Satisfacción socialista y denuncias comunistas tras el feliz desenlace del secuestro del juez

Viene de primera página

El magistrado ha explicado que su prisión del pueblo estaba instalada en una pequeña tienda de campaña, situada en la habitación de un apartamento, según se ha sabido de buena fuente. El juez permaneció encadenado a una cama metálica, y no disponía ni de radio ni de televisión, aunque podía escuchar la música difundida por un altavoz situado en la habitación de al lado. Asimismo parece ser que D'Urso -en contra de lo que se pensó por la referencia contenida en su última carta- no vio a su hija cuando ésta leyó extractos del comunicado de las Brigadas Rojas en el que llamaban verdugo a su padre.

Hay quien asegura que ha declarado que en los interrogatorios a que fue sometido por los terroristas mezcló muchas mentiras y algunas verdades para despistarles, y que en el momento en que lo dejaron en el coche le habían puesto un cartel en el pecho que decía: «Tengo que ir a trabajara las ocho», que era la hora en que cada mañana entraba, efectivamente, en su despacho del Ministerio de Gracia y Justicia, a dos pasos de donde le dejaron.

La noticia oficial de la liberación del juez la dio, después de las peripecias del día anterior con el baile de afirmaciones y desmentidos, el mismo ministro del Interior, Virginio Rognoni, en el Parlamento, durante el debate que se desarrollaba sobre el terrorismo, y que hoy culmina con un voto de confianza al Gobierno, que se prevé altamente favorable al Gabinete Forlani.

Inmediatamente después empezaron a llover las declaraciones de los diversos líderes políticos. Aunque todos han demostrado una comprensible satisfacción por haberse salvado la vida del juez, se advierte hasta en el lenguaje de las declaraciones que este hecho ha dejado heridas profundas. Quienes, como los comunistas, republicanos, democristianos y extrema derecha, mantuvieron durante el secuestro una línea de firmeza, acusan duramente al Gobierno de haberse rendido.

En cuanto le quitaron la mordaza dijo: «Estoy bien, llamad a mi mujer y a mis hijas». Vestido con el traje que llevaba el día del secuestro, tenía frío. «Estoy muy cansado», dijo. Un policía se quitó su abrigo y se lo echó sobre los hombros. Fue trasladado inmediatamente a la Dirección General de la Policía, mientras se desencadenaba en toda la ciudad la vana caza a los terroristas. Dos médicos certificaron sin dilación que su salud era buena y sus facultades mentales perfectas. El mismo pidió que sus colegas magistrados empezaran en seguida los interrogatorios.

Tan sólo pidió un cigarrillo, una taza de leche caliente y un teléfono para llamar a su mujer, que llegó en seguida, con su hija Lorena, en un coche blindado de la policía. Los testigos presentes declararon que los tres se abrazaron durante varios minutos si n pronunciar una sola palabra. Inmediatamente después, la esposa y la hija volvieron a su casa, mientras el juez fue sometido a un primer interrogatorio de cuatro horas. Dijo que hablaría sólo con la Magistratura y la policía.

No fue torturado

A los jueces, policías y carabineros contó que su prisión había sido muy dura, pero que le habían dado siempre comidas bien cocinadas y que no había sufrido ningún tipo de torturas. Que durante los interrogatorios lo habían tenido siempre encapuchado y que salió de su guarida a las cuatro de la madrugada. Que había viajado durante hora y media y le habían obligado a transbordar dos veces, la última minutos antes de dejarlo libre. Pero la fuerte música que le transmitían por los auriculares le había impedido saber si había pasado el tiempo recorriendo la ciudad.

El Partido Comunista ha colocado en los muros de todo el país un pasquín que dice: «Giovanni d'Urso está vivo. La lucha contra el terrorismo *continúa. Los comunistas se alegran de que se haya salvado una vida», pero añade: «Denunciamos el hecho de que el Gobierno y las fuerzas políticas han cedido inadmisiblemente. Las instituciones republicanas han sufrido un duro golpe, agravándose los peligros para la vida y la libertad de todos».

El Movimiento Social, neofascista, de Giorno Almirante, con » motivos muy diferentes, ha denunciado también «turbias maniobras del Gobierno» y da como vencedoras a las Brigadas Rojas. «La dignidad del Estado ha sido salvada tan sólo por los directores de ,Periódicos que se negaron al chantaje terrorista», añadió.

En la misma línea de denuncia se han situado los republicanos, quienes han aceptado que se someta esta mañana el Gobierno a un voto de confianza a condición de que el presidente Forlani acepte la propuesta republicana de «solidarizarse plenamente con los diarios del silencio». Los socialistas, que, junto con los radicales, han sido los más acusados de ser los causantes de «una negociación bajo cuerda» con los terroristas, han reaccionado duramente en el extremo opuesto. Ugo Intini, director de Avanti, órgano oficial del Partido Socialista y portavoz del secretario Bettino Craxi, ha declarado: «La muerte no ha vencido. La batalla de gran parte de la opinión pública y de una buena parte de la Prensa no ha sido inútil». Y añade: «El tétrico concepto según el cual una vida puede y debe ser sacrificada para que la República viva está, como lo indican los hechos, fuera de la realidad y de la conciencia del pueblo»

Hablan los radicales.

En nombre de los radicales habló el diputado Mimmo Pinto, votado por los parados de Nápoles, quien afirmó en el Parlamento: «No ha habido ni vencedores ni vencidos. Hemos vencido todos porque D'Urso está vivo. Hemos perdido todos por retrasar la lucha contra el terrorismo». El presidente de la República, Sandro Pertini, ha enviado un telegrama emocionado al magistrado y a la familia, mientras L'Osservatore Romano (diario del Vaticano) afirma que espera que el gesto de magnanimidad de los terroristas se deba «más que a las intrigas políticas, al hecho de que han sabido escuchar en sus conciencias la llamada del papa Juan Pablo II, quien había afirmado que no se construye la justicia pisoteando los derechos más elementales del hombre».

El Papa había pedido que le informaran inmediatamente de la liberación del juez y fuentes vaticanas oficiales han confirmado que Juan Pablo II fue advertido en cuanto llegó el primer comunicado de Ansa. Acababa de celebrar la misa y manifestó su profunda alegría.

Detenido un sospechoso

El estudiante de Economía Glulio Cacciotti fue detenido anoche en Roma como implicado en el asesinato del general Calvaligi, responsable de la seguridad en las cárceles y perpetrado el pasado 31 de diciembre. El estudiante, de veinticinco años, ha sido acusado también por un magistrado de participación en el secuestro del juez D'Urso, junto a otras seis personas.

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