_
_
_
_
_
Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Acerca de la crisis en el PSA

El editorial publicado en EL PAÍS (27 de diciembre de 1980), «Otra crisis en otro partido" sobre la crisis del PSA me sugiere toda una serie de consideraciones, alguna de las cuales me gustaría resumir. Ya que, de dicho editorial, aparte algunos datos bien vistos, pudiera deducirse que lo que en definitiva está en crisis es la razón de ser del partido, los fundamentos de su propia existencia. Para el editorialista, al sentirse pinzado el PSA entre el socialismo, común al PSOE, y el andalucismo, que ahora alza el partido de Clavero, se ha visto reducido alarmantemente en su espacio de maniobra. Y esto no es enteramente cierto, porque existe un frente de batalla absolutamente nuestro, no cubierto por nadie, que es el nacionalismo de clase, solamente representado por el PSA.Nuestra razón de ser -aquello que diferencia al PSA de los demás partidos- es la siguiente: nosotros pensamos que más allá de la contradicción fundamental de clase -la contradicción fundamental entre burguesías y proletariado existe una contradicción entre pueblos, y ello en la medida que el propio desarrollo desigual del capitalismo ha creado la división entre pueblos pobres y pueblos ricos, zonas desarrolladas y subdesarrolladas, entre capitalismo central y periférico. Somos nacionalistas por este motivo: porque pensamos que los intereses de clase se expresan también bajo el ropaje de los intereses nacionalistas; incluso pensamos que el principal frente de batalla -el más eficaz en estos momentos- es el frente nacionalista. ¿Por qué? Porque aquí está hoy la contradicción fundamental del sistema capitalista: la existencia de zonas dependientes y colonizadas que no pueden conseguir el pleno despliegue de sus fuerzas productivas sin romper con el sistema. Sólo a partir de aquí se podrá comprender nuestra acción política, y sólo a partir de este hecho se tendrá que ver cómo y por qué nuestro frente de lucha es contra los centralismos de uno u otro color.

Nuestro campo de actuación política tendrá, pues, que desconcertar a los otros partidos de la izquierda. Lo grave es que desconcierte a nuestros propios militantes, atrapados en el esquema simplista izquierda- derecha (Felipe-Carrillo contra Fraga-Suárez) y no comprendan cuál es realmente nuestro campo de batalla. Nuestro campo de batalla es por un poder andaluz, poder para que Andalucía elabore su propia estrategia de desarrollo. Y entonces se demostrará en la práctica que nuestro desarrollo no es posible dentro del capitalismo dependiente existente, sino que necesita salirse de sus moldes, Todo nacionalismo en zona subdesarrollada es objetivamente revolucionario; no podrá ser nunca burgués o interclasista (modelo Clavero), sino, todo lo más, convertirse en populista. Necesita contar con el protagonismo de las clases trabajadoras, que son las verdaderamente interesadas en el mismo. Aquí, en Andalucía, sin una burguesía industrial o comercial autóctonas que sean fuertes -como sí ocurre en Cataluña y el País Vasco-, es inconcebible un partido semejante a Convergencia i Unió (Pujol) o el PNV. Nuestra burguesía, a las primeras de cambio, dejará en la estacada al señor Clavero, y pactará irremediableente con las burguesías centrales, a las que se encuentra dependientemente unida.

Ahora bien, lo que sí es cierto es que el PSA, como todos los partidos de la izquierda, se encuentra en esa gran contradicción dialéctica que se produce entre la eficacia práctica y la pureza ideológica (socialismo autogestionario). No es cosa nuestra, insisto, sino que le ocurre a cualquier partido de la izquierda, sea PSOE, PCE o MC.O ensuciarse y transigir en el duro campo de la praxis política; o mantenerse testimonialmente puros, pero absolutamente inoperantes, y, por tanto, inútiles. Es una tensión dialéctica que siempre debe existir, y no negarse radicalmente a la contraria, sino mantenerla viva y enriquecedoramente en su propia dinámica. Es una tensión entre «lo que es» y «lo que debería ser».

Por otra parte, en política, como en todo lo humano, nadie tiene la verdad absoluta. Cada parte lleva su porción de razón. No se ha tratado, por tanto, de eliminar a los críticos y autoprivarse así de una aportación que puede ser realmente válida. Se ha tratado de asumir los planteamientos de tales críticos, y separar a los fraccionalistas más o menos involuntarios en que entre ellos algunos se han convertido. Aunque a veces sea necesaria la práctica,de intervenciones de tipo quirúrgico, quizá cruentas, a menudo desagradables, pero casi siempre necesarias. En este sentido, de entrada pienso que los planteamientos mantenidos por los principales líderes de los críticos -los siete que formaron parte del CN-. estaban primitivamente bien fundamentados en cuanto objeciones a la dirección se referían. Partían de la constatación de un hecho: la dirección ha funcionado por arriba, se ha entretenido en sutiles maniobras de alta política, abandonando lo que debiera ser su objetivo prioritario: insertarse en las bases, y ser el intelectual colectivo -siguiendo a Gramsci- que debiera concienciar políticamente -andalucistamente- al pueblo andaluz. Pero todo esto, con ser cierto, ha sido ulteriormente desbordado por la presión de unas bases -en las que los líderes disidentes, en su lucha, necesitaron apoyarse- que estaban excesivamente sensibilizadas hacia una forma infantilmente izquierdista de entender la política. La propia dinámica del enfrentamiento iba llevando progresivamente a actitudes cada día más radicales. Al final estábamos en presencia de dos partidos diferentes. Y esto no podía seguir así.

No puede olvidarse, finalmente, que La Sagrada Familia, primera obra en que colaboraron juntos, Marx y Engels, es un ataque devastador contra todo idealismo revolucionario e ingenuo. Porque las ideas no funcionan o actúan por sí solas, si no están enraizadas en las circunstancias materiales concretas, objetivas y subjetivas, que determinan cada momgnto. Por tanto, lo primero es liberar a los movimientos revolucionarios -y más si son de nuevo cuño- de todo idealismo, cualquier misticismo, y demás errores (otra cosa es el componente utópico, tan necesario). El PSA puede y debe tener actualmente un sólo objetivo: concienciar al pueblo andaluz.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

José Aumente es presidente de la comisión permanente del PSA.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_