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La laicidad de los comunistas catalanes

La laicidad del partido es piedra angular del eurocomunismo. Por eso resulta llamativo que el V Congreso del PSUC, donde los euros salieron perdedores, aprobara en pleno un texto en el que se define al partido catalán como laico, a pesar de que el texto fuera derrotado en comisión por escaso margen. Esta anomalía se reflejaba en las informaciones sobre el congreso, que contaban cómo la mayoría ganadora retiraba el texto del pleno para no ahondar las distancias con los eurocomunistas. Lo que sí parece es que la laicidad no significaba lo mismo para todos.Como es fácil adivinar, el tema de la laicidad tiene que ver con la presencia de cristianos en el partido político, aunque esta vez, por paradójico que resulte, son éstos los más empeñados en sacarlo adelante. Este debate ocupó largamente a los italianos, desde Gramsci hasta el XV Congreso del PCI, en marzo de 1978. El fondo del problema radicaba en la contradicción entre el artículo 2 de los estatutos de 1946, en que se reconocía el derecho de todo ciudadano a inscribirse en el PCI, cualquiera que fuera su fe o convicción filosófica, y el artículo 5, que reza así: «Cada inscrito en el partido tiene el deber de conocer y profundizar en el conocimiento del marxismo -leninismo y aplicar sus enseñanzas en la solución de las cuestiones». La contradicción la puso sobre la mesa el obispo de Ivrea, Luigi Betazzi, en una carta dirigida a Enrico Berlinguer en la que pedía explicación de esos estatutos comunistas, que, por un lado, reconocían que el buen comunista no tiene que ser necesariamente ni creyente ni ateo, porque no está atado a ninguna filosofía, y por otro, sin embargo, afirmaban que el partido, como tal, sí que estaba ligado a la ideología marxista-leninista. «¿Cómo compaginar la laicidad del artículo 2 con el confesionalismo ideológico del artículo 5?».

La respuesta la dio el XV Congreso en su artículo 7, donde afirma el carácter «laico y racional» del partido, que «se reconoce en la tradición ideológica y cultural, que se inspira en Marx, Engels, Lenin, Labriola, Gramsci, Togliati ... ». Como bien reconocía Lombardo Radice, mentor de Berlinguer en esta guerra, «el término marxismo-leninismo ha desaparecido del vocabulario del PCI. En cuanto a la objeción de si entonces el PCI puede considerarse marxista, creo que es preferible decir: es un partido que se remonta a Marx».

La laicidad del partido significa, pues, crítica del monopolio ideológico de una determinada teoría revolucionaria y, por consiguiente, reconocimiento del pluralismo cultural. Así lo expresaba Alfonso Carlos Comín en un encuentro sobre el tema, organizado por la comisión «Militancia comunista y cristianismo » del CC del PSUC, en 1979, presidido por López Raimundo y Antoni Gutiérrez: «Sin penetrar el nuevo carácter marxista del concepto laicidad del partido no se puede construir con corrección teórica un partido de masas que recoja la pluralidad de culturas revolucionarias en su seno marxista».

Pero también significa, consecuentemente, negación de la «confesionalidad» atea del partido comunista. No hay duda de que históricamente laicidad es crítica y emancipación de la política, de la ciencia y de la ética respecto a la religión; ahora bien, el debate sobre el carácter laico del partido en el seno del comunismo italiano y español tiene la particularidad de estar potenciado por la presencia de los cristianos en esos partidos; es decir, la laicidad no es sólo frente al confesionalismo religioso clásico, sino también frente al «confesionalismo ateo del materialismo didáctico». Por eso añadía Comín: «Considero que, sin triunfalismos, la presencia de cristianos en el partido ha venido a reforzar el carácter laico del mismo».

Las huellas de esa lucha interna por la laicidad se pueden detectar, al margen de numerosos pronunciamientos particulares, en documentos tan significativos corrió la declaración programática sobre «militancia de cristianos en el partido» del PCE en febrero de 1975, la declaración del CC del PSUC en septiembre de 1976 y la ponencia Militancia cristiana y comunismo del IV Congreso del PSUC, en noviembre de 1977.

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Marxismo y cristianismo

Esta larga marcha del comunismo hacia su laicidad ha estado acompañada de una fuerte discusión sobre la compatibilidad y jerarquización de las diversas culturas, particularmente entre marxismo y cristianismo. Así, a la convicción de Comín «venimos con componentes culturales que pueden enriquecer la ideología marxista clásica» respondía Manuel Sacristán denunciando «la actitud entreguista en la lucha de las ideas ». Lenin dominaba la escena, un Lenin que, frente a las posiciones socialdemócratas, que resolvían cómodamente el problema haciendo de la religión «un asunto privado», al que tiene derecho la conciencia de cada cual, pero que no debe abandonar esos límites individuales, declaraba beligerante al partido en el combate de la religión.

La aprobación en el pleno del V Congreso del PSUC de la laicidad del partido comunista se ha producido, al parecer, en medio de una gran confusión. Según declaraciones de algunos presentes, hubo quien votó a favor porque así se recuperaba, pensaban, la tradición atea del comunismo; otros se opusieron en comisión porque ya constaba el respeto a toda creencia o convicción filosófica. La significación real, sin embargo, es el reconocimiento de un pluralismo de tradiciones culturales que exigen ser tomadas en consideración a la hora de elaborar la teoría del partido. Que eso signifique un tanto de «infidelidad» a las fuentes clásicas, como dice Lombardo Radice, es verdad, como verdad es que ese tipo de debates iba a conmocionar a las estructuras del partido comunista, tal y como reconocía Antoni Gutiérrez en ese encuentro de 1979. El anterior secretario del PSUC, que se conocía el paño, no hablaba de memoria.

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