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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Una lápida en la casa de Júan Ramón

Madrid tiene la obligación de colaborar en los homenajes que se dedicarán a Juan Ramón Jiménez con motivo del centenario de su nacimiento. Aunque tomó el mote de Andaluz Universal, lo cierto es que eligió a Madrid como lugar de residencia desde finales de 1912, y que, muy probablemente, hubiera muerto en la capital de la República de no haberse producido la sublevación militar en 1936.Creo que el Ayuntamiento debiera colocar una lápida conmemorativa en la última casa que habitaron los Jiménez, en el número 38 de la calle de Padilla. Zenobia y Juan Ramón se habían trasladado a ella en 1929, inicialmente al entresuelo, pero, en abril de 1930, se mudaron al primer piso, y allí siguieron viviendo hasta el 22 de agosto de 1936, en que abandonaron Madrid para ir a París primero y después a Nueva York, dado que el Gobierno de la República nombró al poeta agregado cultural en la Embajada de España en Estados Unidos.

Como Zenobia y Juan Ramón confiaban en la victoria del Gobierno constitucional, no se llevaron con ellos más que lo imprescindible, seguros de regresar pronto a su casa de la calle de Padilla. En 1939 la saqueó una tropa fascista acaudillada por Carlos Sentís, Félix Ros y Carlos Martínez Barbeito, según el poeta denunció en varios escritos públicos y privados; se apoderaron de libros, manuscritos y objetos de arte, algunos de los cuales se pudieron recuperar gracias a las gestiones de José María Pemán, pero otros han desaparecido.

Siguieron pagando el alquiler de la casa desde el exilio, sin perder la esperanza de retornar a ella. Sin embargo, en 1947, al comprobar que los Aliados abandonaban a España a su suerte, ordenaron que fuese levantada, repartiendo los muebles y objetos entre familiares y amigos; otros fueron depositados en el Museo Romántico. Y, efectivamente, sólo volvieron a Madrid sus cadáveres.

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En esta casa de Padilla, 38, por consiguiente, es donde mejor puede colocarse la lápida conmemorativa. Además de ser el último hogar madrileño de los Jiménez, queda frente a las tapias del Sanatorio del Rosario, donde el poeta residió en 1902 y 1903 gracias a su amistad con el doctor Simarro, porque sólo estaba enfermo de melancolía. /

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