La crisis del PC de Asturias, precedente del giro prosoviético del PSUC
«En Asturias fuimos prematuros al plantear el debate que acaba de culminar en Cataluña con la derrota de la política de Carrillo», manifestó ayer a EL PAIS Vicente Alvarez Areces, líder de los «disidentes» asturianos, expulsado del partido a raíz de la III Conferencia Regional de Perlora, celebrada en marzo de 1978. Ciento diez delegados abandonaron dicha conferencia para denunciar la falta de democracia interna en su desarrollo. La mayoría se dieron de baja del PCE o fueron expulsados.Muchos «disidentes» de entonces estiman hoy que, de haber continuado en el partido, hoy se daría en Asturias una situación similar a la de Cataluña. De hecho, la condena de la invasión soviética de Afganistán fue el tema más polémico en Gijón, así como en las zonas de mayor implantación comunista, en la cuenca minera del Nalón, en la conferencia comunista de Asturias (PCA), celebrada el pasado mes de febrero.
La deserción masiva de los intelectuales del partido dificulta la traducción del sentimiento primario prosoviético de los mineros en un fuerte debate interno. De esta forma se da la curiosa situación de que son precisamente los más vinculados sentimentalmente al sistema soviético quienes obedecen ciegamente la política de la dirección, aunque ésta choque con sus criterios.
Vicente Alvarez Areces valora el triunfo de la corriente prosoviética en el PSUC como «un serio correctivo a la política externa e interna del PCE, que en los últimos tres años siguió un proceso de derechización progresiva».
En su opinión, se ha simplificado en exceso el carácter prosoviético de la corriente ganadora en Cataluña. «No renuncia», agrega, «al socialismo en libertad, eje sobre el que gira el eurocomunismo. Para mí, el congreso del PSUC responde al deseo de los comunistas de corregir las desviaciones y abusos de una alternativa que debe ser revolucionaria. La política interna del PCE se dirige obsesivamente a ocupar el espacio del PSOE, y en el plano internacional ha puesto mucho más el acento en la condena de la Unión Soviética que en la denuncia de la política imperialista de Estados Unidos, olvidando que muchas de las actuaciones soviéticas han sido defensivas».
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