Biología contra cultura

Resulta extraño y contradictorio que la reforma del derecho de familia, básicamente correcta, aunque tímida en algunos aspectos, pretenda arrancar de una idea tan elemental como falsa: el biologicismo del «ser padre jurídicamente es serlo biológicamente».Lo menos que se puede decir de tal concepto es que su pretendido fundamento es carca, anticultural y regresivo. El biologicismo representa, además, el punto de partida de todas las ideologías reaccionarias y nazifascistas sobre la familia y la sociedad. No sé si esta idolatralización de lo natural y del cuerpo será mayoritaria y, por tanto, demócrata, pero de lo que estoy seguro es de que no se la puede catalogar ni de social, ni de progresiva, ni de cultural, ni de justa.

Bien está la igualdad de filiación, la investigación de la paternidad y, por supuesto, la igualdad de derechos entre los cónyuges, con superación, precisamente, de conceptos biologicistas tales como: «A cada uno según su naturaleza», pero sobra de la reforma la exposición de motivos.

La paternidad y la maternidad se definen no sólo ni principalmente por criterios biológicos, sino por el cumplimiento de las funciones familiares de protección integral del hijo y desde el punto de vista de los derechos prioritarios de éste a contar con un ambiente familiar adecuado. Al menos, esta es la realidad psicológica que las leyes harían bien en reconocer, como afirmó tantas veces el gran maestro del derecho de menores español Luis Mendizábal Osés. La discriminación de la adopción, excluida de la reforma, contraría la tendencia mundial progresista en favor de esta institución y confiere al adoptado una posición de segundo orden, anticonstitucional./