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Nuevas "confesiones" espectaculares en el juicio de la "banda de los cuatro"

Dos nuevas «confesiones» espectaculares se sumaron ayer a las que ya se han producido en el proceso a los dirigentes de la revolución cultural. El ex líder obrero Wang Hongwen, miembro de la llamada «banda de los cuatro», se declaró responsable del asalto a una organización obrera de Shanghai, en el cual fueron detenidas 650 personas y heridas varias decenas de ellas, el 4 de agosto de 1968. A su vez, el general Wu Faxian aceptó su culpabilidad en las «calumnias» al ex jefe del Estado Mayor General Liu Riuqin y otros altos mandos militares. Estas actitudes separan cada vez más a la viuda de Mao y a Zang Zhunquiao, cerebro -este último- de la «banda de los cuatro», del resto de los acusados en el juicio de Pekín.

El asalto del que se responsabiliza Wang Hongwen fue uno de los incidentes más violentos ocurridos en Shanghai durante la revolución cultural. «Convoqué una reunión para aniquilar a una organización de masas adversaria», confesó el ex líder obrero ante el tribunal, «y en la tarde del día 4 comenzó el ataque al local de la fábrica Diesel, hasta que conquistamos totalmente aquel puesto de mando». Un testigo del asalto, que estuvo entre los derrotados, describió lo sucedido como «un ataque de millares de personas, que llegaron, unas por el río, y otras por la carretera... ; cercaron nuestra fábrica, cerraron el río, golpearon a todo el que encontraron, asaltaron el tejado, abrieron boquetes y entraron a saco, rompiendo las ropas de todos los camaradas y arrestando a todos los que allí estábamos».El fiscal preguntó a Wang Hongw en si conocía cuáles habían sido las consecuencias de su acción, y aquél dijo que sabía que se habían producido decenas de heridos. «He cometido crímenes», agregó, «y me responsabilizo de ellos».

Tras la conquista de los locales de la organización adversaria -denominada «comando de los rebeldes revolucionarios de la fábrica Diesel de Shanghai»-, Wang Hongwen fue elogiado por otros líderes de la revolución cultural como «nuestro comandante» y «líder de la clase obrera de Shanghai». De hecho, llegó a tener ascendiente entre los trabajadores radicalizados y pronto obtuvo acceso al presidente Mao Zedong.

Las audiencias de ayer marcaron un cambio importante respecto a los últimos días, en que los silencios de Zang Zhunquiao y las réplicas de Jiang Qin al tribunal habían dominado la escena del juicio. La viuda de Mao se encuentra cada vez más cerca de la condena a muerte, según todos los indicios, ya que la fiscalía considera probado que la persecución y muerte del ex presidente de la República Liu Saoqi fue consecuencia directa de la acusación de Jian Qin, Kang Seng y Xie Fuzhie. Pero estos dos últimos están muertos, por lo que las responsabilidades penales por la muerte de Liu van a recaer sobre la viuda de Mao.

No todo es el juicio

Mientras el tribunal especial de Pekín prosigue el enjuiciamiento a los máximos responsables de la revolución cultural, las autoridades chinas se enfrentan a problemas importantes, tanto en el interior como en el plano de las relaciones internacionales. El Gobierno ha impartido órdenes estrictas para acabar con diversas alteraciones en el Sur, que, al parecer, se han producido como consecuencia de talas indiscriminadas de bosques, y que han dado lugar a enfrentamientos con la policía. La cuestión de Taiwan ha supuesto una fase de crisis en las relaciones con Estados Unidos, y la primera conferencia ministerial chino-japonesa, clausurada ayer, terminó con la confirmación de un frenazo a los proyectos de inversión extranjera en China, pese a las grandes declaraciones sobre la construcción de un «puente de amistad» entre ambos países. Tokio está desilusionado.

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