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Las principales autoridades del País Vasco asistieron al funeral del jefe de Ia Policía Municipal de San Sebastián

Las principales autoridades del País Vasco asistieron ayer, en San Sebastián, al funeral de Miguel Garciarena, teniente coronel retirado y jefe de la Policía Municipal donostiarra, asesinado el jueves cuando se dirigía a su trabajo. Con Garciarena son ya seis los jefes de policías municipales de otras tantas localidades de Euskadi que mueren, víctimas de atentados, desde diciembre de 1978.

El funeral por el alma de Miguel Garciarena tuvo lugar a mediodía en la parroquia de la Sagrada Famillia, en el barrio de Amara, que se encontraba repleta de público. Presidieron el acto la viuda y otros familiares del jefe de la Policía Municipal. Entre otras autoridades, se encontraban presentes el presidente del Gobierno vasco, Carlos Garaikoetxea; el delegado del Gobierno en Euskadi, Marcelino Oreja, el capitán general de la VI Región Militar, los gobernadores civil y militar; el alcalde de San Sebastián, Jesús María Alcaín, y el diputado general de Guipúzcoa, Xabier Aizarna, ambos del Partido Nacionalista Vasco. Entre otros dirigentes de partidos políticos pudo verse a José María Benegas, secretario general del Partido Socialista de Euskadi (PSE-PSOE). También asistió gran número de militares uniformados.El féretro con el cadáver fue introducido a hombros de policías municipales de diversas secciones, cubierto con la bandera blanca y azul de San Sebastián. Para sumarse al duelo habían llegado expresamente delegaciones de las policías municipales de Burgos y Canarias.

La ceremonia religiosa fue concelebrada por un hermano del fallecido, capuchino, y otros veintiún sacerdotes. Durante la homilía, pronunciada en eusquera y castellano, Joaquín Garciarena se refirió al sentido cristiano del dolor, diciendo que «el sufrimiento debe servir para construir un mundo nuevo», y citando unas palabras de san Francisco de Asís pidió a Dios que haga de los hombres instrumentos de paz. Terminado el funeral, el párroco pidió por los altavoces que, respetando el deseo de la familia, no se alterase el carácter puramente religioso del acto, ni siquiera al abandonar la iglesia.

El féretro fue introducido en un furgón, que lo trasladó hasta Vera de Bidasoa (Navarra), donde fue inhumano el cadáver de Miguel Garciarena en el panteón familiar.

En torno a la parroquia de la Sagrada Familia pudieron observarse medidas especiales de seguridad.

Por otra parte, ayer continuaron el paro, en señal de duelo y protesta por el atentado, la totalidad de los funcionarios y empleados municipales, que reanudarán hoy su trabajo, mientras la Policía Municipal lo hará mañana.

Desde 1978, seis jefes de otras tantas policías municipales de localidades vascas han fallecido a consecuencia de atentados. El día 13 de diciembre de ese año fue asesinado Juan Jiménez, de Pasajes (Guipúzcoa). El 12 de febrero del año siguiente cayó muerto a tiros César Pinilla, de Munguía (Vizcaya). El 9 de marzo de 1979 murió José Miguel Chávarri, de Beasaín (Guipúzcoa). El 30 de septiembre del mismo año falleció Alfonso Vilariño, de Amorebieta (Vizcaya). El 13 de abril de 1980 fue ametrallado Eugenio Lázaro, comandante del Ejército y jefe de la Policía Municipal de Vitoria. En otros casos han sido asesinados funcionarios de la Policía Municipal que no ostentaban la jefatura del cuerpo.

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