El terremoto del sur de Italia puede tener inmediatas decisivas repercusiones políticas
La gravísima acusación del presidente de la República, Sandro Pertini, a los responsables de la lentitud en la ayuda a las víctimas del terremoto ha creado un gran revuelo político, que podría acarrear consecuencias inmediatas en el Gobierno y aun más lejos. Hay quien escribió ayer que «ha empezado ya la Segunda República» y que ésta es "presidencial".
Pero lo cierto es que Pertini ha dicho claramente que no son necesarias leyes nuevas, porque las leyes existen desde hace diez años. Lo que ocurre es que no se han aplicado. Lo que más ha escocido es que Pertini ha hablado de castigar con la cárcel a los responsables y a los especuladores de la tragedia. La más consternada es la Democracia Cristiana. Se hace todo lo posible para que el ministro dimisionario del Interior, Virgilio Rognoni, quede en su puesto, y se amenaza indirectamente con pedir la dimisión del ministro socialista de Defensa, Lagorio. Por su parte, les republicanos piden la dimisión del ministro de Industria, el democristiano Antonio Bisaglia, acusado del escándalo del petróleo, y piden que «se someta a la DC a un severo examen de conciencia».Los socialistas están contentos de que haya sido un presidente de la República, socialista, quien haya conquistado la simpatía de todo el país con su gesto de denuncia, sin pelos en la lengua, mientras los militares no esconden su malhumor por el ataque que les ha hecho el secretario general de la Democracia Cristiana, Flaminio Piccoli, descargando sobre ellos las responsabilidades denunciadas por Pertini en el asunto del terremoto.
«Estamos llenos de amargura», han declarado a EL PAIS en el Estado Mayor del Ejército de Nápoles un grupo de altos oficiales, que han pedido que no se publiquen sus nombres.
«Pertini ha dicho cosas indiscutibles», han añadido, «pero es injusto y ofensivo que los políticos quieran descargar ahora la culpa sobre las espaldas del Ejército. Que se pongan de acuerdo. Cuando decimos que el Ejército debe de estar mejor equipado y preparado, se convierten en pacifistas. Cuando estalla una tragedia, como la del terremoto, pretenden un Ejército que en veinticuatro horas les saque las castañas del fuego». Han acusado a la clase política de no tener preparado, como en el extranjero, un cuerpo civil para emergencia en las calamidades, naturales, y reprocharon a la población civil «haberse quedado con los brazos cruzados esperando que llegaran los soldados». Además, se quejaron de lo que ellos llaman «la escenografía del terremoto », es decir, la actitud picaresca del hombre del Sur, que se siente con el derecho de ser ayudado «sólo porque ha pasado miedo durante el terremoto, aunque no le haya pasado nada ni a él ni a su casa. Es verdad», dijeron, «que el comisario extraordinario nombrado por el Gobierno para coordinar toda la obra de socorro con poderes especiales, el democristiano Zamberletti, tuvo que esperar dos horas para obtener un helicóptero para inspeccionar la zona del terremoto. Esto se debía a que en aquel momento todos los aparatos estaban en acciones de urgencia. Pero lo que no se ha dicho es que se presentó aquí 48 horas después de la tragedia. Escriba que EL PAIS recorrió la zona del desastre veinticuatro horas antes que él».
Uno de los militares que había pedido que no publicara su nombre dice: «Lo que no han reconocido los políticos es que los militares de esta región hemos sido también "víctimas del terremoto", que hemos tenido que dejar abandonada y muerta de miedo a la familia para cumplir con nuestro deber. Aquí tenían que haber venido inmediatamente los militares del Norte», y añade: « Escriba mi nombre: soy el teniente coronel Bernardino Vastola».
Existe la impresión entre los observadores que, como ha afirmado el editorialista de La Repubtifica, «esta vez no puede quedar todo como siempre. Algo va a cambiar, y quizá radicalmente, en este país. Larga vida a Pertini».
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.