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Los presos del IRA en huelga de hambre pueden morir antes de Navidad

Antes de Navidad habrán fallecido algunos de los siete presos republicanos irlandeses que llevan un mes en huelga de hambre en la cárcel de Long Kesh, de Maze, en las afueras de Belfast, según las previsiones de las autoridades británicas. Otros compañeros les sustituirán, pero los primeros entierros prenderán la chispa que vuelva a encender el polvorín político del Ulster, en los círculos más alarmistas se habla incluso de guerra civil.

Un día tras otro, los siete hombres (todos ellos acusados de actos de violencia, incluidos asesinatos) rechazan por cuatro veces consecutivas la bandeja de comida que les ofrecen los guardianes de la prisión, en el deseo de que les sea reconocida la situación de prisioneros políticos a los cientos de presos del IRA (Ejército Republicano Irlandés) Provisional.La primera víctima puede ser un joven de veinticinco años, John Nix, antiguo responsable del INLA (Ejército Nacional de Liberación Irlandés), quien resultó gravemente herido en el vientre en un enfrentamiento con la policía británica, hace ya varios años. Pero otro camarada ocupará inmediatamente su lugar. Y así, sucesivamente, según vayan cayendo los huelguistas de los bloques H de la prisión de Long Kesh, así llamados por su peculiar diseño arquitectónico. En ellos se encuentran internados la mayoría de los presos del IRA Provisional.

Veintiocho hombres se ofrecieron como voluntarios a mediados de octubre, cuando los detenidos republicanos decidieron iniciar, el día 27, siete huelgas de hambre como nueva medida de fuerza para presionar al Gobierno británico. Si llegaran a obtener la consideración de presos políticos, podrían vestir con ropa propia, no colaborar en los trabajos de la prisión, organizar su propia educación, tiempo libre y trabajo; recibir visitas, asociarse libremente y recuperar las remisiones de penas perdidas como resultado de sus protestas.

Algunos presos comenzaron ya, en 1976, a negarse a realizar ciertas tareas o a llevar el uniforme de la prisión, optando por cubrirse con mantas. Hace dos años iniciaron la llamada «protesta sucia», negándose diversos presos a - utilizar las instalaciones sanitarias del centro, manchando sus celdas con excrementos o restos de comida y rompiendo el mobiliario, que tuvo que ser retirado por miedo a que fuese utilizado como arma contra el personal de la prisión.

Desde entonces, estos presos duermen sobre colchones en el suelo, siendo trasladados cada diez días, según reza un documento gubernamental, a otras celdas, para permitir reacondicionar los locales. El número de presos que participaba en esta «protesta sucia» se había estabilizado alrededor de los 350. Otros 140 se les sumaron cuando los siete presos republicanos iniciaron su huelga de hambre.

Las mujeres también

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Por su parte, varias mujeres de la prisión de Armagh, también en Ir landa del Norte, se disponen a seguir los pasos de sus camaradas y a dejar de comer, no sólo en solidaridad con ellos, sino en apoyo de sus propias reivindicaciones políticas.Los siete presos del IRA en huelga de hambre se mantienen, en cama, exclusivamente a base de agua y sal. Hasta hace dos semana habían permanecido en sus celda habituales, pero acabaron siendo trasladados a una nueva ala de la prisión, para «poder ser sometidos a un mejor control clínico», según declararon fuentes gubernamentales, que han optado por no facilitar partes médicos individuales.

Los presos en huelga se declaran absolutamente decididos a morir. «somos un producto de los disturbios políticos en Irlanda del Norte, estamos dispuestos a pasar por esto y morir para demostrar que somos presos especiales», declaró uno de ellos, Ray McCartney, en un programa de la cadena independiente Granada, transmitido en la noche del lunes, a pesar de las presiones del Gobierno.

Las autoridades consideran que pueden resistir unas cincuenta jornadas, es decir, que les quedan alrededor de veinte días de vida, en caso de no deponer su actitud.

Mientras la opinión pública británica continúa profundamente dividida en torno a cuál ha de ser e futuro de Irlanda del Norte, la primera ministra conservadora, Margaret Thatcher, sigue -y así lo declaró nuevamente ayer- firmemente decidida a no ceder «jamás» a las peticiones de los presos.

La negativa británica a reconocerles su calidad de presos políticos a estos detenidos, que son juzgados por tribunales de excepción, sin jurado, puede echar al traste, a juicio de los observadores, el avance registrado en los últimos años en Irlanda del Norte: descenso progresivo de la violencia, retirada parcial de las tropas británicas y una cierta aceptación de la policía local por parte de los católicos.

La población del Ulster está compuesta por, aproximadamente, un millón de protestantes y medio millón de católicos. Los primeros tratan de hacer respetar la decisión de la mayoría y no romper con Gran Bretaña, en tanto que los segundos pretenden que se establezca un poder bipartito y, a través de él, expulsar a los británicos del Ulster y unirse con su vecino del sur, la República de Irlanda, predominantemente católica.

Un trágico desenlace de la huelga de hambre pondría en peligro la visita que Margaret Thatcher había prometido hacer a su colega irlandés, Charles Haughey, el 8 de diciembre. Dos días antes se realizará una marcha sobre la Embajada británica en Dublín.

Por su parte, los grupos paramilitares protestantes han hecho saber que los partidarios de los huelguistas, entre los que se encuentran innumerables familias católicas, «serán eliminados».

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