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Polémica en México sobre la corrupción en los altos mandos del Ejército

Como calumniosas y difamatorias ha juzgado el presidente José López Portillo unas palabras del novelista Juan Rulfo, según las cuales sólo la corrupción generalizada de la alta clase militar mexicana explicaría su falta de apetencias políticas. Investido de su condici6n de comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, el presidente desmintió con toda solemnidad cualquier indicio de corrupción en las filas del Ejército.

Apenas veinte líneas de un discurso le han bastado al siempre silencioso Rulfo para pasar de la gloria a la picota. Hace tan sólo un mes el padre del realismo fantástico era el centro de un homenaje nacional en el que no faltó el presidente López Portillo, ingresó en la Academia Mexicana de la Lengua Española su obra mereció una gran exposición en el palacio de Bellas Artes y la Prensa escribía y no paraba sobre Pedro Páramo y El llano en llamas.Pero la gloria nacional tuvo este lunes el desacierto de atacar al Ejército, bien es cierto que en clave de humor negro, según opinan su analistas. Hombre de pocas palabras, que siempre se dice molesto ante un auditorio, Juan Rulfo intervino en un homenaje al escritor y político boliviano Marcelo Quiroga, asesinado en La Paz el 17 de julio pasado, poco después del golpe militar de García Meza.

Rulfo recordó que, en cierta ocasión, Quiroga le había preguntado cómo habían hecho los mexicanos para que durante más de sesenta años, desde el final de la revolución (1917), no hubiera habido un solo intento de golpe militar. Su respuesta fue que los mexicanos habían descabezado primero a los generales, y a los supervivientes les ofrecieron riquezas a cambio de olvidarse del poder. En apoyo de su tesis citó la frase de un presidente mexicano de los años veinte: «No hay general que resista un cañonazo de 50.000 pesos ».

Concluyó el novelista que la corrupción de sus generales le cuesta hoy a México millones de pesos, pero que con ella se ha logrado que prefieran hacerse ricos en lugar de luchar por el poder. La acusación de Rulfo mereció una réplica no menos dura por parte del presidente López Portillo, quien el pasado jueves, sin citar al escritor, rechazó de plano sus palabras en una fecha por lo demás simbólica, el setenta aniversario del comienzo de la revolución.

López Portillo es un presidente que ha dedicado una cuidadosa atención al Ejército, cuyos altos valores cívicos ha resaltado siempre que ha tenido oportunidad. Probablemente como tributo a unas fuerzas armadas que, contrariamente a lo que sucede en toda América Latina, no han tenido tentaciones golpistas en más de sesenta años.

Esta falta de devaneos políticos por parte de los militares, tiene una primera explicación en la propia solidez del sistema institucional mexicano, pero no debe olvidarse tampoco la propia debilidad del Ejército, que ni en hombres ni en armas se corresponde al potencial de este país de casi setenta millones de habitantes. Naciones latinoamericanas que no llegan a los diez millones, como Chile o Cuba, tienen ejércitos más nutridos y mejor dotados.

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