"La renovación de la Iglesia no viene de Roma, sino de la base"
J. B. Metz, profesor de Teología en Münster, es el padre de la teología política, surgida a finales de los años sesenta. Ahora es el propulsor de una Iglesia de base, en nombre de una teología radical. No ha ocultado sus diferencias con teólogos tan críticos como Hans Küng, cuyos planteamientos liberales le distancias de Metz. Julio Sierra ha hablado con él.Pregunta. Profesor Metz: ¿qué opinión le merecen los gastos de la visita del Papa y las críticas que han producido?
Respuesta. Por principio, no estoy ni en contra ni a favor. Desde luego, el dinero empleado ha sido mucho: pero son las implicaciones de estos costes lo más problemático. Cuanto más elevados son aquéllos, más «consumista» es la actitud de la gente respecto de este Papa. Con todo este dinero no se ha mentalizado a la gente hacia una postura de generosidad, sino que que se ha movilizado su tendencia consumista. Por decirlo de algún modo, la gente «se ha pagado» el acontecimiento del que ha disfrutado. Hay otros contrasentidos en esta cuestión de los gastos, sabrá usted que nuestra Iglesia ha pedido dinero al Estado para ayudar a sufragar estos gastos, cuando no hace mucho había criticado el endeudamiento público del Estado.
P. ¿De dónde proceden ahora los grandes impulsos en favor de la renovación de la Iglesia?
R. Pienso que estos impulsos no vienen de Europa, ni de Roma, ni de Wittemberg, sino de iglesias no europeas, de las iglesias pobres del Tercer Mundo. De ellas proceden inspiraciones que también son fundamentales para nosotros y que apuntan hacia la instrumentación de iglesias de base. Se busca un nuevo sistema de reconciliación cristiana y la liberación. La hora de la reforma no suena ya en Europa, sino en las iglesias pobres del Tercer Mundo.
P. Desde hace apenas dos meses se hallan constituidas en la RFA las primeras «iglesias de base», pero la postura crítica de éstas no conecta por lo común con la de las iglesias pobres del Tercer Mundo.
R. Hay que tener en cuenta que estas «iglesias de base» se sitúan en un trasfondo social e histórico distinto del de Latinoamérica. Por ejemplo, en otros países, como Holanda, que ha sabido edificar su propia tradición, sobre todo después del Concilio Vaticano II, estas iglesias muestran un gran dinamismo. En Alemania, en cambio, existe una serie de barreras; unas proceden de nuestra propia historia alemana, de nuestra mentalidad, pero también de la ligazón jurídico- burocrática de nuestra Iglesia. Considerada globalmente, nuestra Iglesia se mueve en un amplio entramado de derecho público y esta situación jurídica se paga a costa de una gran inmovilidad de sus estructuras internas. La reconciliación entre el Estado y la Iglesia, plasmada en el concordato, exige un elevado precio, a mi modo de ver demasiado alto para una nueva Iglesia de base.
P. El papa Woityla despierta a veces la impresión de ser un «polaco en comisión de servicios». En su viaje a Polonia anírnó a sus compatriotas a ser nacionalistas cristianos. ¿Puede hablarse de una polonización de la Iglesia, profesor?
R. Efectivamente, creo que existe ese peligro. Pero este peligro no se circunscribe a la Iglesia polaca, sino que radica, a mi modo de ver, en la pretensión de universalizar el modelo polaco a la Iglesia universal. Parece que se trata de ofrecer este modelo como solución restauradora, desprendiéndole de los caracteres peculiares polacos,
P. ¿La RFA ha desplazado a Francia como hija predilecta de la Iglesia?
R. La Iglesia alemana es rica, y por ello puede ayudar económicamente. Fambién es una Iglesia formada en la «cultura de la obediencia». Si fuesen estos los motivos del «cambio de predilección», no sería desde luego un fenómeno positivo.
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