El dúo Rentería-Matute interpreta a Strasvinski
El teatro del Círculo de Bellas Artes no es esa sala para conciertos de cámara que Madrid busca sin encontrar. Su acústica es apagada, chata y, por añadidura, hasta elli3 llegan, en ocasiones, los sones nada musicales del tráfico vecino. En la misma se ha organizado un cielo de conciertos monográficos titulado Maestros del siglo XX, espléndido de planteamiento, del cual asistimos el pasado jueves a la segunda sesión.Angeles Rentería y Jacinto Matute, siempre admirados como solistas de gran musicalidad, de técnica segura y atentos al servicio de la música española -ahí están, por ejemplo, sus Turina y Falla, respectivamente, en verdad modélicos-, coincidieron felizmente en 1975 para la interpretación de la Sonata, para dos pianos y percusión, de Bartok. Desde eritonces no «coinciden», sino que se constituyeron en el dúo pianístico que, transcurrido ya un lustro, figura a la cabeza de esta labor en España y, sin duda, puede afrontar tranquilamente la competencia de cualquier otro «tándem, » similar de los que actúan con regularidad por las salas de concierto de cualquier latitud.
Stravinski: Sonata, Concierto y La consagración de la primavera
Angeles Rentería y Jacinto Matute, pianos. Teatro Círculo de Bellas Artes. Día 6 de noviembre.
Sensacional fue su actuación en este programa dedicado a Stravinski, con tres obras magistrales, pero de bien distinta fisonomía musical: la Sonata, para dos pianos, de 1943-1944, obra sólida y escueta, fruto del Stravinski más cerebral; el Concierto, para dos pianos, que el autor estrenara en 1935 con su hijo Sulima, música igualmente admirable de construcción, pero con mayores dosis de invención, de imaginación creativa, y la transcripción para dos pianistas que Stravinski hiciera de su genial Consagración de la primavera, trabajo que asombra porque logra la casi utopía de reducir para cuatro manos tan monumental orquestación.
La audición de La consagración de la primavera en versión pianística estimo que es absolutamente imposible hacerla «en estado puro»: el recuerdo de los timbres orquestales aflora en todo momento. Pero esto, lejos de restar interés a la audición, sirve maravillosamente para constatar la capacidad de sugerencias sonoras, de ajuste rítmico, de contrastes dinámicos y hasta de hacernos llegar matices poemáticos, que poseen los intérpretes. Hay que decir en seguida que Matute y Rentería mantuvieron en vilo al nutrido auditorio y que obtuvieron un éxito completo e importante. Pero sería injusto reducir el elogio a esta brillantísima segunda parte del concierto, prolongada con la Napolitana, del propio Stravinski. Tomemos como punto de referencia de las admirables versiones escuchadas de la Sonata y del Concierto la extraordinaria musicalidad exhibida por Rentería y Matute en el Nocturno de la segunda parte de estas obras, música de hondura quizá poco ostentosa, pero cuyo libre fluir, casi mágico porque parece una improvisación, siendo música minuciosamente escrita y controlada, pone a prueba la calidad del dúo.
Babelia
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