La otra quiniela
Permítanme que les hable de la otra quiniela. Me refiero a esa otra que nunca resulta agraciada con la suerte de los catorce aciertos. De la que nadie se acuerda, la que nunca se comenta. Esa quiniela que se hace con rabia, con desesperación, rebuscando por entre los bolsillos la última peseta. La que hacen los de a pie de muchas zonas de España, en donde aún no llegó para sus hijos el aroma de los potitos, y se alimentan con aquellas dentelladas «secas y calientes» del mendrugo.Esa quiniela de la última esperanza económica. Vana esperanza... Basta ya de ilusionarnos con cenicientas. Yo diría que ya está bien de basar en el juego el remedio económico de nuestra maltrecha sociedad, de hacernos sentir los destellos maravillosos del bienestar a través de la quiniela, porque, desengañémonos, los zapatos no los podemos perder en las soirées, sencillamente, porque nunca vamos a ellas, y, aunque esto sucediera, jamás encontraría el príncipe el nuestro. /
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