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Las últimas Administraciones republicanas

Catorce veces, contando con la victoria de Ronald Reagan, los republicanos han ocupado la Casa Blanca desde que este partido fuera fundado, en 1854. En aquel entonces, los republicanos se definían por su fuerte nacionalismo, oposición a los derechos de los Estados de la Unión y condena tajante de la esclavitud.

Los últimos cuarenta años de la política norteamericana, especialmente hasta la llegada de James Carter a la Casa Blanca, se caracterizan por el papel asumido por Estados Unidos como guía del mundo. En este contexto, los partidos políticos muestran un alto mimetismo político, aceptando y sirviendo la condición de superpotencia de la nación que se disputan por regir. Los presidentes, sean demócratas o, republicanos, son portavoces siempre de grandes lemas: el New Deal de Roosevelt, el Fair Deal de Truman, la Nueva Frontera de Kennedy, la Gran Sociedad de Johnson y la Nueva Revolución de Nixon. El futuro presidente, Ronald Reagan, pretende hacer una América grande de nuevo.En 1953 ocupa la presidencia del país el general Dwight D. Eisenhower, elegido candidato republicano después de haber sido solicitado también por los demócratas. El hombre de la cruzada de la libertad adopta una nueva política exterior impulsada por el secretario de Estado John Foster Dulles. Sin embargo, básicamente, los supuestos son los mismos que los de su predecesor, Truman: partiendo del principio del antagonismo permanente entre comunismo e imperialismo, se persigue la disgregación del bloque comunista y la liberación de los pueblos sometidos a él.

Tras el armisticio de Corea, Estados Unidos contribuirá decisivamente a los conflictos de Formosa, Hungría y Suez. La doctrina Eisenhower garantiza a los países de Oriente Próximo su protección militar contra los comunistas.

Sin embargo, en 1957, Foster Dulles adopta una política de amistad con la Unión Soviética, como correspondencia a sus consignas de coexistencia pacífica, que se traduciría, dos años más tarde, en la visita del vicepresidente Nixon a la URSS y su devolución por parte de Jruschev. Son los comienzos de la colaboración de las dos superpotencias.

Esta política de coexistencia obligará a suprimir las actividades de McCarthy desde su comisión permanente de investigación de las actividades antiamericanas. La continuación de la caza de brujas no dejaba de ser contradicción.

Más peligrosa aún era la tremenda paradoja entre el papel representado por Estados Unidos como guía del mundo cara al exterior y su opresión interna de las minorías raciales. La democracia americana comienza a ser algo que no se desea recibir. Ese parece ser el balance de los viajes de Eisenhower por América del Sur y Lejano Oriente, donde se pone claramente de manifiesto la existencia de sentimientos antinorteamericanos.

El deterioro de las relaciones con el régimen cubano salido de la revolución fomentará, años más tarde, la creación de guerrillas antiimperialistas en todo el continente, y, ya con Kennedy, provocará la crisis más grave desde la segunda guerra mundial.

Disturbios raciales

En 1954, el Tribunal Federal Supremo resolverá unánimemente a favor de la integración escolar en todo el país, así como otras sentencias en contra de la discriminación en los medios de transporte público. Estas medidas suscitarán violentas reacciones en el Sur.No obstante, la imagen de una América defensora de los derechos del hombre se hace cada vez más necesaria, y la integración -por ser cuestionada a nivel mundial- ha de llevarse a cabo al menos en el terreno de las leyes (en 1957 el Senado aprueba -72 votos contra 18- la ley para la defensa del derecho de voto de los negros).

La política exterior americana se fundamenta en la creación de una serie de engranajes en forma de telaraña, conectando los países como fichas de dominó, donde la pérdida de una ficha significaría el colapso total en la zona. Esta teoría del dominó va a determinar las sucesivas políticas exteriores, e impedirá a menudo la solución posible de conflictos que se deteriorarán gravemente, impidiendo la solución diplomática honrosa.

En enero de 1969, el nuevo presidente electo, Richard M. Nixon, accede a la presidencia favorecido por la escisión del bloque demócrata, cargo que tendría que abandonar antes del fin de su segundo mandato. La Administración Nixon se ve caracterizada desde un principio por los signos de la corrupción y por la continua oposición del Congreso.

A pesar de todo, el país adquiere un aspecto de tranquilidad, como contraposición a la sensación de crisis permanente, que, desde el asesinato de Kennedy, había experimentado el país.

Aunque es acusado de inactividad en su política interior, Nixon preconiza un nuevo federalismo, presunta síntesis de los programas demócratas anteriores de la Nueva Frontera y la Gran Sociedad de Kennedy y Johnson, respectivamente. Se propone reducir y organizar la maquinaria burocrática, que era ineficaz, costosa e impopular, de acuerdo con sus presupuestos republicanos, y conseguir más autonomía, responsabilidades y obligaciones para cada uno de los cincuenta Estados, además de su intento de remediar el deterioro del medio ambiente.

Para Nixon, Estados Unidos estaría inmerso en una crisis espiritual, de la que saldrían con la Nueva Revolución que preconizaba. No se trata de una revolución en el sentido auténtico de la palabra; es sólo una acomodación del sistema para que su maquinaria -cada vez más compleja- continúe funcionando. La crisis econ5mica restaría eficacia al tímido programa de intervención estatal, y la carencia de un Kissinger doméstico daría un carácter incoloro a su política interna.

Nixon-Kissinger

La política exterior es el campo del verdadero protagonismo del presidente Nixon, a pesar de compartirlo en desventaja con su experto, y después secretario de Estado, Henry Kissinger. La generación de paz prometida al pueblo norteamericano habría de basarse en un complicado y entrecruzado sistema de pactos y negociaciones, que mantendrían en cierta medida la situación, pero que no podrían evitar el deterioro de opinión ni incluso, a veces, la derrota. Su política exterior se basa en la ayuda sostenida a los aliados, pero con la condición de que éstos corrieran con el grueso de su defensa.Sin embargo, la nacionalización de los conflictos no siempre iba a ser posible, y el conflicto de Vietnam, en su final, no dio opción a la salida honrosa. Pero los últimos años republicanos fueron testigos de una institucionalización de la detente que, a pesar de las continuas crisis en las zonas candentes, alejaron progresivamente el peligro de un conflicto mundial y atómico.

La creciente pérdida de influencia en el Lejano Oriente significó una solidificación de los tradicionales intereses norteamericanos en Latinoamérica como zona intocable.

La corrupción que, desde un principio, perseguiría inexorablemente la gestión presidencial de Nixon (el presidente del Tribunal Supremo; su propio primer vicepresidente, Spiro Agnew, y varios miembros de su equipo) alcanzaría. por fin al propio presidente, que se vio forzado a dimitir.

El presidente Ford, un hombre incoloro y sin historia, prolongaría la gestión de su predecesor, al que concedería el perdón. Su gestión, mal acogida, empeorada por la crisis, se vio envuelta en continuos cambios y retrocesos.

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