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El factor económico en las elecciones norteamericanas / y 2

La política fiscal, caballo de batalla de tres programas electoralistas

La gran diferencia de los programas económicos que los principales candidatos a la presidencia norteamericana -Carter, Reagan y Anderson- han elaborado no se refiere exactamente a los objetivos que piensan alcanzar, sino a la mejor manera de llegar a ellos. Y aunque, aparentemente, los programas son diferentes, al menos en hechura, el «gran» debate económico de las elecciones norteamericanas de 1980 ha quedado reducido prácticamente a una sola cuestión: el alcance de la reducción fiscal que cada contribuyente obtendrá el próximo gracias a la sabia costumbre americana de votar cada cuatro años.El enfrentamiento verbal en televisión del pasado martes entre el presidente Carter y su adversario republicano, Ronald Reagan, demostró claramente hasta qué punto la cuestión de las reducciones fiscales ha centrado el tema económico en la campaña. Prácticamente todas las preguntas sobre el área económica circularon sobre las propuestas divergentes de ambos candidatos en el terreno de la política fiscal. Desgraciadamente, para la información del votante, que no su bolsillo, John Anderson, el candidato independiente, y único de los tres que considera «inaceptable» un recorte fiscal, no estuvo presente en el debate.

En esencia, los objetivos de los programas económicos de Carter y Reagan no se diferencian en gran cosa. Ambos buscan un mayor control de la inflación, una potenciación de la actividad económica, una mayor creación de puestos de trabajo y una reducción del déficit presupuestario. El republicano, quizá, pone un mayor énfasis en el equilibrio presupuestario, el control del gasto público y en el relanzamiento de la actividad económica. El demócrata, por el contrario, insiste más en la lucha contra la inflación y en una mejor distribución de la renta por medio de la continuación de las reformas fiscales ya iniciadas en su primer mandato presidencial. Anderson, por su lado, señala que la lucha antiintlacionista es de máxima prioridad.

Las reducciones fiscales

Aunque los tres candidatos han ido paulatinamente acercando y modificando sus programas a lo largo de la campaña, tanto Reagan como Carter se han visto forzados a detallar sus principales propuestas para que éstas sean analizadas, medidas y desmenuzadas por los expertos. Y como la más sensible, tanto para el elector como para el economista, ha sido la cuestión de las reducciones fiscales, ésta se ha convertido en el centro del debate. El presidente Carter, que se ha visto ligeramente beneficiado en los dos últimos meses por un favorable desarrollo de la coyuntura económica, argumenta que, si bien poca reducción fiscal puede ser inflacionista, bien administrada puede ser un precioso estimulante de una economía que necesitará algo más que inyecciones teóricas el próximo año. Su propuesta en el terreno fiscal significa un limitado recorte a la tasa impositiva del próximo ejercicio por medio de un crédito tributario del 8% en los palos personales a la Seguridad Social (que aumentarán notablemente el próximo año). Para los matrimonios, el demócrata añade una reducción del 10% en sus contribuciones, de forma que se igualen sus cuotas a las de las personas que estuvieran declarando por separado.

Para las empresas, Carter sugiere subvenciones directas a las empresas sin beneficios y con planes de inversión, a la vez de un recorte del 8% en sus contribuciones a la Seguridad Social. Asimismo, el presidente propone beneficios fiscales para aquellas empresas con ambiciosos programas de reconversión y ahorro energético.

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Reagan también propugna reducciones fiscales para individuos y empresas, pero sus medidas son muy, diferentes en concepción y, desde luego, en resultados. En el lado de los impuestos sobre la renta personal, el republicano quiere una reducción anual generalizada y directa del 10% a todo contribuyente, hasta 1983. Para las empresas, Reagan también favorece ciertas exenciones fiscales, pero no tan específicas ni en la forma de las de Carter.

La diferencia entre las dos propuestas (Anderson considera inútil e inflacionista cualquier reducción Fiscal) se cifra en su coste, principalmente. Los expertos estiman que el plan demócrata costará al Tesoro 19.200 millones de dólares, mientras que el republicano supondrá una merma de 36.500 millones de dólares.

Carter señala que la reducción, al ir concentrada en Seguridad Social, tendrá un impacto sobre servicios de ésta, y no sobre los presupuestos generales. Por su lado, Reagan indica que el recorte fiscal estimulará la demanda y, con ella, toda la actividad económica. Las cantidades a tasar serán entonces mayores, y el Tesoro podrá-recuperar en ese exceso global sus pérdidas parciales.

Política de oferta

En la lucha contra la inflación, los programas son muy parcos, aunque todos hablan de la continuación de las políticas monetaristas, pero combinadas con estímulos en el lado de la oferta. Reagan, asesorado por el grupo del profesor Laffer, desea un mayor protagonismo del mercado en la asignación de recursos, una reducción del gasto público y una mayor libertad empresarial. Carter quiere un estímulo económico más vigilado, una política crediticia menos restrictiva y una mayor acción gubernamental de apoyo al consumo privado.

En el lado del desempleo, poco o nada dicen los dos principales candidatos como prueba, quizá, de que los defensores de las políticas de oferta se han introducido dentro del círculo de sus asesores económicos. Para ambos, los tiempos de los programas gigantes de trabajos públicos se han acabado, y con ellos la vieja idea del Estado como garante del puesto de trabajo. No obstante, Carter desea extender el período de beneficios a los parados y el mantenimiento de ciertas conquistas sociales. Por su parte, Reagan quiere reducir el sueldo mínimo, en un intento de permitir a las empresas una mayor libertad de contratación y acumulación de capital.

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