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Crítica:TEATRO / "BODAS DE SANGRE"
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Rígidez

El Teatro Libre, de La Habana, ha montado una versión unilateral de Bodas de sangre. Preocupa a los creadores la vertiente social de la tragedia, que, sin duda, está contenida en el texto de Lorca; la acentúan, la dan solemnidad. Les faltan otras dimensiones literarias que hay en la obra. EJ escritor dio al teatro en su momento una flexibilidad que no tenía. Se inventó un lenguaje, un juego de metáforas, que suavizaba la dicción enfática, que metía en la carne seca de la tragedia española la mecha de la ternura, el jugo del amor. Aun con la losa del destino encima -y a esa losa se la puede llamar muy bien presión social, codicia de intereses, prejuicios de casta-, sus personajes, y el verbo de sus personajes, eran dúctiles. El Teatro Libre, en cambio, da una versión rígida, geométrica, buscando muchas veces lo primario de la simetría en la escena; con movimientos automáticos, con una fosilización del andalucismo que, a veces, se compone en cuadros inmóviles.Se recita el verso con el tono declamatorio del que parecía huir y burlarse el autor: su romance no está hecho para eso. Hay más bien unas formas estéticas centroeuropeas, sombrías, que no corresponden al trazado del sol en el mundo andaluz, ni tampoco al mundo cubano. Se busca más otra España: la del color negro y la austeridad escurialense. Podrían reconocerse, en los bellos figurines, huellas de personajes de la otra dureza española: Felipe II o sor Juana Inés de la Cruz. No el otro mundo rico palpitante, pasional, carnal, tierno, que era el mundo de Lorca.

Bodas de sangre, de Federico García Lorca

Interpretación del Teatro Libre, de La Habana. Diseño de escenografia y vestuario, Rogelio Díaz Cuesta. Asesoría musical de Marta Valdés. Dirección de Berta Martínez.

Dentro de este error de concepción que ignora las dimensiones de Lorca, para dejar sólo en pie la militante, hay un buen teatro. Hay momentos y soluciones escénicas de buen arte. Hay voces y actitudes en los intérpretes que revelan la buena escuela, el trabajo serio y firme. Si a todo ello se le dejara mucha más soltura, mucha menos preocupación doctrinal -que tiene que salir sola-, si se le aligera de su lentitud, de su hipercomposición, se vería un gran espectáculo. Pero está ahogado.

El público, exclusivamente juvenil, de la representación del miércoles por la tarde, estuvo alborotado e impaciente, por el con traste entre su movilidad genera cional y la inmovilidad escénica supo reconocer, sin embargo, los buenos momentos y prolongó su aplausos al final que, con gritos de «¡Lorca, Lorca!», rendían homenaje al poeta asesinado.

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