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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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Herrero de Miñón

El caso de Herrero de Miñón (nuevo portavoz ucediario casi por aclamación y contra todo pronóstico) es, considerado con unos días de distancia, lo que Graham Greene hubiera llamado sencillamente «el factor humano». Si la dictadura supone una hipertrofia del factor humano, la política de un hombre solo o una política de hombres -política barroca- y no de ideas, la democracia puede llevar el peligro contrario: la inercia de las instituciones, en las que se descansa como si fueran máquinas, y el olvido del factor humano. Un suponer, Herrero de Miñón.

No me interesa el caso político o me interesa menos que el caso humano, incluso humanístico, diría. La verdad es que Franco tenía razón y no estamos maduros. Lo de Herrero de Miñón es como lo de Balbín, sólo que todo lo contrario. La gente se escandaliza, de pronto, porque las instituciones se revelan más fuertes que el individuo, cuando toda la gran literatura de los dos últimos siglos no ha hecho sino contarnos la lucha del hombre contra las instituciones, de Balzac a Kafka, así como la literatura cl ásica nos contaba la lucha del hombre contra los dioses. (Los dioses eran otra especie de instituciones: el oligopolio del cielo en vez del moderno oligopolio de la tierra). Entre Balbín y Herrero de Miñón hay una relación estructural y casi estructuralista: el hombre popular que entra en el silencio se corresponde simétricamente con el hombre silencioso o ignorado que llega de golpe a la popularidad política. Dos claras peripecias democráticas donde juega el factor humano, como debe ser: rebeldía de Balbín, inmolación de Balbín/rebeldía o crítica de Herrero de Miñón frente al jefe, exaltación de Herrero de Miñon como portavoz de su partido. El propio partido se sorprende de haber alumbrado un hombre nuevo y brillante, como si una mulata se asombrase de dar a luz tres mulatitos. UCD es un partido que madura a la vez que perdura.

Y la gente en general, la clase política, los que están en el rollo, se asombran igualmente de que la democracia arroje periódicamente un demócrata brillante. Debe ser que nadie se cree todavía, profundamente, esto de la democracia. Cuando a los hombres brillantes los nombraba el motorista, todo tenía un carácter religioso, vertical, que, por irracional, a los españoles nos parecía razonable. Esto de que un hombre brillante surja por votación o aclamación de un centenar y medio de hombres hipotéticamente brillantes, al personal le parece un milagro. Al esfuerzo gimnástico de Alemania por rehacerse después de la guerra lo llamábamos aquí «el milagro alemán». Aquí lo cotidiano es que se aparezca la Virgen los primeros viernes, como se le ha aparecido el otro día a una colegiala. La democracia española, en el fondo, nos sigue pareciendo un milagro. (Y seguramente lo es).

El factor humano. Pitita Ridruejo me llama desde Londres y me pide que le envíe un mechón de pelo, que hay allí unos sabios con una máquina que por el pelo puede deducir toda mi biología/ biografía/ patología y no sé si incluso mi bibliografia. Le voy a enviar a Pitita, mejor, un mechón o caracolillo de Herrero de Miñón. A ver si por la vía extrasensorial entendemos a Herrero de Miñón mejor que por la clara vía democrática. No me interesa si Herrero de Miñón va a ser crítico o qué respecto de Suárez. Me interesa subrayar una obviedad: democracia es eso, la posibilidad de que un hombre llegue a ser el que es, a conquistar su presente, su actualidad absoluta, por sí mismo y no mediante el lúgubre trámite de un motorista ministerial.

Balbín contra Televisión Española. Herrero de Miñón contra lo previsto. Democracia es la apertura constante al factor humano, la posibilidad de sorpresa. Incluso quienes nos han construido esta democracia deben aprender que la democracia da sustos, sorpresas, regalos, hombres nuevos. Quien no da nada es el motorista.

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