Así se vende un presidente
La campaña electoral de Jimmy Carter se parece al hombre que intenta promocionar una organización meticulosa que no deja nada al azar, aunque los objetivos que pretende alcanzar no consigan ser alcanzados.Presidente ante todo, tiene que aparecer regularmente por la Casa Blanca. Sus desplazamientos electorales duran una o, como máximo, dos jornadas, aunque Jimmy Carter sólo vuelva a Washington para pasar la noche. El presidente no puede perder un minuto. Llegado bajo el sol de Florida a primera hora de la mañana, le dará tiempo a pronunciar dos discursos antes de aterrizar en el medio oeste para visitar una fábrica y participar, al final de lajornada, en dos reuniones electorales en Los Angeles.
El cronometraje de este «circo aéreo presidencial» es impresionante. El avión de Carter toma tierra a la hora prevista en un aeropuerto perdido del Estado de Illinois. Un teléfono azul y blanco le espera al pie de la escalerilla, no lejos de su automóvil blindado, también transportado en avión. Todas las carreteras de los alrededores han sido cerradas a la circulación. Ningún coche no oficial podrá circular por los senderos polvorientos que rodean Marion (IIlinois), o el nudo de autopistas cercano.
El indispensable avión de Prensa ha llegado con unos minutos de anticipación sobre el vuelo presidencial, para que una decena de cámaras de televisión puedan filmar la llegada del candidato a la presidencia, que, después de todo, es también presidente. Nadie quiere arriesgarse a no grabar un pequeño incidente que podría surgir y, por supuesto, una eventual catástrofe aérea.
El presidente es, sin embargo, imprevisible. La obsesión de la seguridad le puede incitar a permanecer en el avión más tiempo del previsto, teniendo al alcance de la mano los teléfonos conectados inmediatamente después del aterrizaje y con los que será informado para poder reaccionar a cualquier acontecimiento.
Las declaraciones del candidato son también a veces retransmitidas en directo desde el avión. La época de las grandes muchedumbres multicolores, de las majorettes y de los ramos de flores ha pasado a la posteridad. Las cámaras de televIsión se encargan del contacto humano y Jimmy Carter se dirige al «blanco» del día: judíos de Nueva York, o jubilados de Florida, o mineros de Illinois.
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