Escalada represiva contra los periodistas en Guatemala
La periodista guatemalteca Irma Flaquer, que hasta el mes de julio ocupó la presidencia de la Comisión de Derechos Humanos de su país, fue secuestrada durante la noche del jueves por ocho desconocidos, que en la acción mataron a su hijo Fernando, de veintidós años. Personas conocedoras de la realidad actual de Guatemala temen que la secuestrada pueda aparecer muerta en una cuneta en los próximos días.Quince periodistas han sido asesinados en los dos últimos años bajo el régimen del general Romeo Lucas. El Ejército Secreto Anticomunista (ESA), al que muchos consideran como una simple continuación de las fuerzas policiales regulares, se ha hecho cargo de estas muertes y es casi seguro que sea el autor de este nuevo suceso. El pasado mes de julio, tras el asesinato de otro opositor al régimen, la hoy secuestrada recibió el siguiente mensaje telefónico: «Habla el ESA. Irma Flaquer es la próxima».
Ese mismo mes Irma Flaquer disolvía la Comisión de Derechos Humanos, al sentirse impotente para combatir la represión ejercida por los gobernantes guatemaltecos, y dejaba de publicar su columna diaria en el periódico La Nación. En una entrevista concedida por esas fechas a un corresponsal extranjero, manifestaba: «Estamos sufriendo la peor represión en la historia del país. Pensar es el peor crimen que se puede cometer».
Mientras el Gobierno del general Romeo Lucas asegura que en Guatemala existe libertad de Prensa, la actividad informativa se ha vuelto tan peligrosa que más de ochenta periodistas han optado por el exilio en Costa Rica o México, y muchos otros ejercen su profesión en condiciones de clandestinidad. Dirigentes del Sindicato de Medios de Comunicación Social (Simcos) han pedido la solidaridad de sus colegas de todo el mundo. «El periodista que informe la verdad en Guatemala es hombre muerto», han declarado varios exiliados en la capital mexicana.
El atentado más espectacular de los cometidos contra periodistas tuvo lugar el pasado 2 de agosto. Cinco personas, entre ellas dos locutores y un reportero, fueron asesinadas por un grupo armado que entró a tiros en una cabina de locución de Radio Tropicana, en la localidad de Escuintla.
El ESA justificaba poco después su acción diciendo que se trataba de periodistas «entregados a sectores ajenos a la patria».
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