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LA LIDIA

El Santi, herido menos grave en Las Ventas

Al iniciar un quite, el Palha le pegó un volteretón con cornada a El Santi y le dejó fuera de combate. La corrida quedó entonces entera para El Calatraveño. Entera de cuatro toros, pues los otros dos eran para el rejoneador García de la Peña, que nos meció con sus cabalgadas insulsas.Cuatro toros para El Calatraveño es cosa de poca monta: se los merienda sin esfuerzo. Distinto es que consiga interpretar el arte. El día que El Calatraveño interprete el arte será que está próximo el juicio final. El arte, El Calatraveño ni lo siente. Sí siente, en cambio, el toreo, en todo lo que signifique arrolo y técnica. Ninguno de sus toros tuvo lado izquierdo bueno y por el derecho un par de ellos iban tirando a bien y otro par tirando a mal. Dio lo mismo: a todos les instrumentó derechazos ceñidos y mandones. Hubo -por ejemplo, en su segundo y en su tercer toros- series muy acabaditas de temple y mando y buenos pases de pecho.

Plaza de Las Ventas

Corrida mixta. En lidia ordinaria un toro de Palba, otro de Isaías y Tulio Vázquez y dos de la viuda de Garrido, todos con poca clase. El Calatraveño: pinchazo, media baja y atravesada, pinchazo sin soltar, estocada atravesada que asoma, media y dos descabellos (palmas y protestas cuando saluda). Estoconazo (ovación con algunos pitos y saludos). Dos pinchazos sin soltar, estocada atravesada y descabello (ovación y salida al tercio con algunas protestas). Estocada atravesada que asoma, otra estocada atravesada y descabello (aplausos). Dos toros de Tulio para el rejoneador Diego García de la Peña (silencio en ambos). El Santi, herido en un quite al segundo. Sufre cornada en tercio superior del muslo izquierdo, con dos trayectorias, ambas de diez centímetros, que producen destrozos en músculos abductores e interesan aponeurosis y tejido celular. Pronóstico menos grave. Se guardó un minuto de silencio en memoria de los críticos taurinos Antonio Díaz Cañabate, Carlos de Rojas y Juan Bosch.

Y de García de la Peña ya decíamos que nos meció. La gente se dormía y nosotros con la gente, a pesar de que, por oficio, estamos obligados a permanecer despiertos. Confesemos que a la vela nos ayudaba una voz tan lejana como potente que gritaba: «¡Berrocaaal! ».

Oíamos la voz como si viniera del cielo. Llegamos a pensar que sería san Pedro, que quería establecer comunicación con el empresario, quizá para proponerle un festival a beneficio de los muchos que se van a ir al purgatorio por querer el divorcio. La voz seguía:«iBerrocaaal, Berrocaaal!». Y en éstas que desde un tendido salió otra, más cercana y estentórea: «¿Qué quieres, coño?».

Nueva mirada al cielo nos hizo desvelar el misterio: el que llamaba a Berrocal se había subido hasta la mismísima bandera, y nos dicen que es un novillero mexicano, Pedro Alfredo Mejías, que pide una oportunidad.

A todo esto, cabalgaba García de la Peña, unas veces clavaba, otras no clavaba, cuando clavaba lo hacia sin reunir y la afición le tocaba palmas de tango. Cuando se acabó el opaco número del caballito, la parte seria tampoco nos divirtió demasiado, a pesar de los esfuerzos de El Calatraveño, que llegó a marcarse unas verónicas de muy auténtica y muy bien cargada suerte. Pero ni por esas. La culpa hay que achacarla a la mansedumbre de los toros. Sin fijeza el Palha, apagadito el Tulio, bueno por el derecho el primero de los productos de la viuda de Garrido, a lo buey el otro y de mucho trapío ambos. En fin, eso.

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