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La guerra entre Irán e Irak

Teherán trata de evitar una intervención extranjera en el golfo Pérsico

Las garantías que dio ayer el Gobierno de Teherán sobre la libre navegación marítima por el estratégico estrecho de Ormuz reflejan, en opinión de analistas políticos de Oriente Próximo, tanto el temor de los revolucionarios iraníes a una intervención militar extranjera y a un completo aislamiento internacional como su confianza en que pueden salir vencedores de la guerra con Irak.

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Al mismo tiempo que el frente abierto por los iraquíes en la margen oriental del estuario de Chat el Arab parece estabilizarse y que las incursiones de la aviación iraní sobre Bagdad consiguen marcar importantes tantos psicológicos, el Gobierno de la República Islámica de Irán se muestra convencido de que las amenazas de intervención en el estrecho de Ormuz van en serio y trata de conjurarlas.El envío de los sofisticados radares volantes Awacs a Arabia Saudí por parte norteamericana y la concentración en aguas cercanas al golfo Pérsico de buques de guerra de Estados Unidos, Inglaterra y otros países occidentales son sólo algunos de los hechos que han creado alarma en Teherán. Hasta un país aislado del mundo árabe como Egipto se mostró dispuesto a intervenir en el golfo para «defender la soberanía árabe», según dijo ante las Naciones Unidas el ministro egipcio de Asuntos Exteriores, Kamal Hassan Alí.

Desde el sultanato de Omán, teórico guardián del estrecho, se informaba ayer que el tráfico de petroleros es inferior a lo habitual, pero transcurre con normalidad. Sin embargo, una treintena por lo menos de grandes transportes de crudos se mantienen a la espera de órdenes de sus respectivos armadores o Gobiernos en las cercanías del golfo Pérsico.

Pese a que el propio presidente iraní, Banisadr, había declarado a principios de esta semana a una revista norteamericana que en caso de que Irán se viera acosado podría bloquear el estrecho de Ormuz, el comunicado oficial difundido ayer desde Teherán indicaba que Irán «reconoce sus obligaciones internacionales».

De acuerdo con fuentes diplomáticas occidentales, Irán ha jugado demasiado fuerte en el plano verbal y en este asunto. El bloqueo del estrecho de Ormuz, por donde pasa una parte sustancial del petróleo que necesitan los países industrializados, supondría la intervención militar inmediata, no sólo de Estados Unidos, sino de por lo menos media docena de potencias más, profundamente dependientes de ese petróleo. Además del repudio total del régimen islámico, ya bastante aislado.

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El temor de que las hostilidades se extendieran al extremo sur del golfo Pérsico fue muy fuerte en las últimas horas, cuando informaciones no confirmadas hablaban de que Irak pensaba llevar la guerra a las tres pequeñas islas (Abu Musa y la Grande y Pequeña Tomba) situadas en la entrada del golfo, que reclama para la soberanía árabe.

Presión a los emiratos

Del mismo modo, corrieron ayer en Beirut rumores de que Irak, para legalizar de algún modo esta intervención en las tres islas que ocupara el Irán del sha en 1971, había presionado a los Emiratos Arabes Unidos, y que este país iba a presentar ante la ONU una reclamación formal de soberanía sobre las mismas. La extensión del conflicto a la entrada del golfo supondría la suspensión inmediata del tráfico petrolero por el estrecho de Ormuz y, sin duda, llevaría a una intervención militar occidental, dirigida a mantener abierta esa arteria económica vital.

Observadores políticos independientes aseguraban ayer que Irak no tiene el potencial naval suficiente para llevar la guerra a la boca del golfo Pérsico y que la Marina iraní es muy superior en potencial militar. Un conflicto generalizado entre los iraníes y los Estados árabes del sur del golfo sería otra cosa, dada la posibilidad de utilizar aeropuertos en los Emiratos y en Arabia Saudí; pero tal escenario no parece posible, al menos por ahora.

La negativa de Teherán a negociar un acuerdo puede obligar a los iraquíes a una extensión del conflicto, ya que, según observadores militares occidentales, sólo ha empleado tres de sus doce divisiones de Infantería.

A medio plazo, con un conflicto estancado y una situación bélica de escaramuzas y casi de guerra de guerrillas, los iraníes confían en obtener la victoria. Este conflicto no es, sin embargo, una guerra fronteriza y territorial clásica, sino un enfrentamiento entre dos regímenes que desean la desaparición total del contrario. La revolución islámica chiita, que aspira a extenderse al mundo musulmán, soporta malamente la vecindad de un régimen laico, socialista, árabe y dominado por la secta sunnita. Y lo mismo puede decirse viceversa.

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