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Reportaje:La defensa civil de Madrid / 2

El incendio total de un barrio, una hipótesis muy improbable

A las tres de la madrugada del día D, cuando el vigilante de un club nocturno de la calle de Leganitos hace una última comprobación de cierres, el técnico de guardia en el Instituto Nacional de Meteorología mira su cronómetro manual y anota dos cifras y dos frases: «Grado de humedad bajo» y «Viento en calma». Treinta segundos después, el técnico guarda su bloc de notas en el bolsillo y el vigilante deja de enjuagarse las manos para oír con mayor nitidez lo que parece ser una discusión. ¿O son voces de alarma? Ya no hay duda: alguien grita «fuego», alguien pide socorro. Una vez en la calle, tiene el tiempo justo para correr hacia la plaza de España. Desde allí comprueba que todas las manzanas de casas comprendidas entre las calles y plazas Gran Vía, Callao, Preciados, Puerta del Sol, Mayor, Bailén, paseo de San Vicente y la propia plaza de España están ardiendo.Incendio poco probable, pero posible

En algunas ocasiones, los expertos habían dicho que un incendio tan extenso era poco probable: para que las llamas arraigasen en una superficie tan amplia no sólo habrían de propagarse a través de materiales muy combustibles, sino avanzar desde varios focos diferentes. Y ello sería únicamente posible en condiciones muy especiales. Por ejemplo, con la acción de un pirómano.

Desde la plaza de España, el vigilante ve llegar las dieciséis unidades móviles de salida que han sido enviadas desde los parques de la capital. Una llamada telefónica, un primer informe inquietante y la confirmación desde los centros oficiales de la zona han sido suficientes para movilizar todos los recursos de choque disponibles.

Los jefes de la fuerza utilizan radioteléfonos y megáfonos para reducir la confusión. Los mandos de cada unidad repasan su prontuario de acciones, que les ha sido enviado desde la Dirección General de Protección Civil. «Cerrar el tráfico en toda la zona y garantizar el orden. Cortar las líneas de suministro de energía eléctrica y de gas. Evacuar a las personas que habitan en los inmuebles y, en su caso, a las de los inmuebles o barrios colindantes, y dirigirlas a los puestos de acción social que se constituyan en las plazas de España, Callao, Puerta del Sol y Oriente. Asistir a las personas ilesas que hayan sido evacuadas, y proporcionarles albergue, ropa y alimentos». Aunque el último punto es una clara competencia de otros servicios. Poco después reciben una segunda aclaración: «La Policía Municipal y la Policía Nacional integrarán el servicio de orden. La Delegación local de Sanidad y Cruz Roja constituirán el servicio de sanidad. El cuerpo de bomberos municipal y la Delegación Provincial de Obras Públicas y Urbanismo se encargarán del servicio de extinción de incendios y salvamento. La red provincial de Correos y Telecomunicaciones y la Unión de Radioaficionados Españoles, inicialmente, el de transmisiones. Las compañías de agua, gas y electricidad se encargarán, también en principio, del servicio de rehabilitación de servicios públicos». Como en casi todas las situaciones de catástrofe, la coordinación de las operaciones ha de ser asumida por el gobernador Civil. A las 3.30 de la madrugada, Mariano Nicolás ocupa su puesto al frente del núcleo-básico de los servicios de protección civil. Por razones de seguridad y de autonomía, a las 3.35 se ha trasladado ya desde la sede del gobierno civil, en la calle Mayor, hasta un puesto central de mando en la plaza de España.

La rapidez, factor decisivo

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Un rápido repaso al mapa de la zona siniestrada basta para señalar unos hipotéticos puntos de conflicto: la gasolinera próxima a la calle de Santo Domingo, los grandes almacenes de la calle de Preciados y la trama de calles estrechas próximas a la parroquia de San Ginés, a la plaza de la Marina Española y el cuartel de Ramales merecen una atención inaplazable. Afortunadamente, el siniestro puede quedar acotado por unos cortafuegos naturales que limitarían la acción de los 790 bomberos de plantilla a una zona muy completa y aconsejarían su incorporación en oleadas sucesivas para evitar congestiones. Desde el puesto central de mando una llamada de alerta es enviada a todos los parques móviles de fácil acceso a Madrid por las carreteras generales.

A las cuatro de la madrugada, el gobernador civil dicta instrucciones muy precisas a todos los servicios. «Orden: aislar el barrio siniestrado y cooperar con los restantes servicios, en especial con los de extinción de incendios y de salvamento, evacuación, dispersión y albergue y acción social. Transmisiones: garantizar un rápido, seguro y permanente contacto entre el mando de la operación y sus subordinados, así come, entre éstos... Extinción de incendios: debe articularse en tres agrupaciones: una, la más importante, se encarga de combatir el fuego y de evitar su propagación en la periferia del barrio siniestrado, barrio que delimitan la plaza del Callao, la Gran Vía, la plaza de España, el paseo de San Vicente y la calle de Bailén, y los espacios interiores del mismo que sean accesibles; la segunda agrupación se encarga de combatir el fuego y de evitar su propagación en la periferia del barrio que define la calle de Preciados, y la tercera, encargada de practicar este plan en la zona delimitada por la calle de Preciados». Una vez cursadas estas órdenes de prioridad fundamental, un delegado del gobernador solicita la incorporación del servicio aéreo de lucha contra incendios del Instituto para la Conservación de la Naturaleza.

A las 4.15, los equipos de detección y salvamento de víctimas y de desescombro de protección civil y la Delegación de Obras Públicas y Urbanismo comienzan sus tareas de búsqueda en las brechas abiertas por las dotaciones de los coches motobomba. Simultáneamente, el gobernador reclama la ayuda de las empresas de construcción dotadas de grupos de técnicos especialistas en salvamento y demoliciones, y un equipo de expertos en explosivos como complemento.

A las 4.35, el servicio de sanidad prestaría los primeros auxilios a las víctimas y, en coordinación con el logístico, comenzaría a trasladarlas a los centros de grandes quemados de la Ciudad Sanitaria La Paz y de la Cruz Roja. En una fase final, más de 15.000 hombres de los cuerpos de seguridad del Estado y funcionarios municipales, un ejército de salvación, y más de cien vehículos dotados para la lucha contra el fuego y 232 ambulancias se adentrarían en el barrio en acciones combinadas.

Al amanecer, el servicio de acción social auxilia a los familiares de las víctimas en los puntos de concentración. Los primeros depósitos de ropas y alimentos son repartidos con arreglo a un criterio de necesidades según la edad y las condiciones físicas. El servicio de evacuación sigue concentrando familias y enseres en las zonas más despejadas de la calle de Bailén y anuncia nuevos traslados a los servidores de acción social.

Luego, el sonido de bocinas y sirenas comienza a distanciarse. Declina poco a poco la ferretería de la tormenta y unas últimas órdenes son emitidas desde el puesto de marido: «Retorno ala normalidad. Los servicios de protección civil deben cumplir las siguientes instrucciones antes de retirarse: evitar la actividad de personas desaprensivas; prevenir la reactivación del fuego; proseguir el desescombro y la limpieza del barrio afectado; rescatar a las víctimas atrapadas todavía entre los escombros; restablecer los servicios públicos indispensables y poner en condiciones de habitabilidad las viviendas que no hayan sido gravemente dañadas por el fuego».

Hoy, 30 de septiembre, los expertos siguen considerando casi imposible el incendio de un barrio madrileño, ni siquiera con la intervención de un grupo de pirómanos. Esta noche, un vigilante rezagado puede oír gritos en el exterior. Pero probablemente sólo será un mal sueño.

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