Directo o diferido
En EL PAIS del día 20 se aludía al programa Tribuna de la historia, que dirijo en Televisión Española desde octubre del pasado año como «coloquio en diferido», calificándolo -o, mejor dicho, descalificándolo- como «un programa anodino».Si las comparaciones son siempre odiosas, los agravios son, asi-
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mismo, siempre comparativos. Su sensibilidad y perspicacia, cuando no su piedad, debería llevarle a no comparar un programa tan magníficamente dotado como La clave con el humilde espacio que me honro en dirigir. No obstante, Tribuna de la historia es, de momento, el mejor programa que cuatro profesionales de Televisión Española podemos ofrecer al público con los medios y presupuestos de que disponemos. Solemos hacerlo honradamente, contando para ello con la inestimable colaboración de las máximas autoridades en cada terna, con absoluta independencia de sus respectivas ideologías y sin hacer jamás acepción de personas.
No obstante, hora es ya de que alguien centre en su debido terreno la polémica sobre el «directo» y el «diferido», que se ha magnificado y deformado en las últimas fechas. «Diferido» no tiene por qué ser sinónimo de «censurado» o «manipulado». Desde luego -y aun que hemos solicitado el «directo» en múltiples ocasiones-, niego que lo sea en el caso de Tribuna de la historia, y pongo por fiadores a más de tres centenares de historiadores, escritores, académicos, políticos o simplemente testigos de la historia, que han enriquecido el programa con su presencia.
Me parece frívolo y malintencionado, por no decir desinformado, el que, a estas alturas, se me llame « correligionario » de mi amigo y compañero Luis Ignacio Seco cuando se le define como «miembro del Opus y autor del libro La herencia de monseñor Escrivá de Balaguer».
Por voluntad propia y discrepancias personales profundas dejé de pertenecer al Opus Dei hace ya casi once años. Considero, por tanto, improcedente que se me adorne con plumas ajenas, y que conste que digo esto sin segundas intenciones, ya que tengo, afortunadamente, muchos amigos tanto en el Opus Dei como también fuera de esta institución, a quienes respeto y admiro, lo cual no hace que pueda considerarme, en ningún sentido, «heredero de monseñor Escrivá de Balaguer». / Director de Tribuna de la historia.
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