Confiar en la clase política
Leyendo el excelente artículo de Juan Luis Cebrián «¿Puede este país confiar en la derecha?», en EL PAIS del 14 de septiembre, se me ocurren unas reflexiones sobre el mismo.Que para muchos de nosotros sea deseable un británico y equilibrado bipartidismo no puede llevamos a afirmar que aquí y ahora exista, a no ser que queramos, a fuerza de repetírnoslo, convertir en realidad nuestros propios deseos. En este país, a la derecha de UCD está lo que siempre se ha entendido por «derecha», y es a la derecha de ésta donde se encuentra «la caverna, el oportunismo y las ganas de Joder», así, todo junto, sin disyuntivas. Y, por el otro lado, esto es, a su izquierda, están las «izquierdas», que no la izquierda.
Otro tema es que en el partido de centro, por su propia función de «centro», haya desde opiniones lindantes con esa derecha tradicional, hasta otras muy próximas a las izquierda.s. Y otro también que algunos tengan sumo interés en destacar las primeras, en detrimento de posturas más progresistas que pretenden monopolizar.
Quizá mi título hubiera sido: «¿Puede este país confiar en su clase política?». No hace mucho afirmaba Joaquín Mufloz Peirats que «los políticos españoles se están olvidando de que la política tiene una frontera, que es la ética, y sin ella no es posible tener libertades, con minúscula y en plural». Y esta afirmación es aplicable a toda la clase política, y no sólo al partido en el poder. Ningún conocedor de los entresijos de la política nacional puede afirmar honestamente que la responsabilidad de todos los males corresponda a un partido. Poder u oposición.En cuanto a los «motivos de rebotica» de pasadas crisis de Gobierno, son exactamente los que un grupo de diputados centristas, a los que la Prensa denominó exóticamente tratamos en su día de atajar, afirmando que la sustitución del presidente hubiera llevado consigo, en aquellas circunstancias, la desintegración de UCD y el ascenso al poder de la oposición, con traición del mandato de las urnas. Se trató entonces de presentar, a fin de desvirtuarlo, el apoyo a una institución dentro del partido -el presidente-, como una muestra más de personalismo sin fundamento político alguno. Hoy los hechos nos dan la razón y es UCD, toda UCD, como fenómeno social y político de nuestro tiempo,- la encargada de administrar la gobernación del país».
Ya sólo resta avanzar en la democratización interna del partido y facilitar el acceso de las bases más progresistas a la colaboración en el difícil ejercicio del poder, para contribuir definitivamente a instaurar entre nosotros un modelo de convivencia democrático, social y progresista. / , diputado de UCD por .
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