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25 muertos y 38 heridos al arrollar un tren a un autobús en Valencia

Veinticinco personas muertas y 38 heridas, veintiocho de ellas muy graves, es el balance provisional del trágico accidente producido a las 18.28 horas de ayer entre las localidades de Aldaya y Vara de Quart, a unos cinco kilómetros de Valencia, cuando el tren 1.312, semidirecto de Madrid a Valencia, vía Cuenca, arrolló a un autobús repleto de trabajadores en mitad de la vía.

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Anoche no podía determinarse aún el motivo que originó la catástrofe, aunque según una nota oficial de Renfe y las declaraciones efectuadas por testigos presenciales, la barrera del paso a nivel estaba levantada. Esta es la mayor tragedia sufrida en Valencia después del desbordamiento del Turia en 1957.Todas las víctimas pertenecen al autobús de la empresa VASA, que transportaba a un grupo de trabajadores que acababa de salir de las fábricas en dirección a la ciudad-dormitorio de Torrente, en la que residían. A las 18.28 horas, el autocar llegó al paso a nivel situado en el mencionado punto y, al encontrarlo levantado, lo cruzó a la velocidad normal de trayecto. En ese mismo instante, el tren que había salido de la estación de Madrid-Chamartín a las 10.55 horas y que estaba a punto de llegar, con retraso, a su punto de destino, arrasó de lleno al autobús, partiéndolo en dos mitades.

Momentos después, el dolor, el caos y la confusión se convirtieron en los protagonistas de la tragedia. Dieciocho personas fallecieron en el acto, entre ellas el conductor del autocar, Jorge Díaz Díaz, de veintiocho años, recién casado y natural de la localidad próxima de Mislata. El resto de las víctimas mortales fallecieron algunas en las ambulancias, de camino a los hospitales de la capital valenciana, y otras, al poco de ingresar en dichos centros.

Nada más conocerse la noticia, un tren de socorro partió de inmediato hacia la vía siniestrada. Numerosas ambulancias con equipos médicos de urgencia, coches particulares y vecinos de los pueblos de alrededor se apresuraron a ayudar en las tareas de rescate y traslado de muertos y heridos. Los supervivientes tardaron un rato en reaccionar y, entre llantos y relatos entrecortados, dijeron que de pronto sintieron un fuerte golpe, algunos perdieron el conocimiento y otros gritaron pidiendo socorro desde el montón de chatarra en que se había transformado el autobús. Una de las personas que lo ocupaban, Dolores García, atestiguó, horrorizada, que las barreras estaban efectivamente levantadas.

Los gritos de dolor de los heridos, supervivientes y parientes que buscaban angustiados entre los cadáveres algún rostro familiar se confundieron por un momento con los alaridos del guardabarrera, un anciano de sesenta años que se hallaba sustituyendo al titular del paso a nivel y que al ver la catástrofe sufrió un fuerte ataque de histeria. Manuel López, el guardabarrera, ha pasado a disposición judicial.

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El paso a nivel donde ocurrió el accidente es el único en Valencia sin guardabarreras automático

Viene de primera página

Según la nota oficial distribuida anoche por Renfe, el citado paso cuenta con un servicio de comunicación telefónica para el anuncio del paso de los trenes y de avisador sonoro automático accionado por el tren con la necesaria antelación. Siguiendo con esta versión, el paso a nivel anterior al siniestrado trasmitió el aviso telefónico, y el guarda, Manuel López, también comunicó al siguiente paso la correspondiente llamada. Todavía es aventurado lanzar cualquier hipótesis, aunque se especulaba anoche con la posibilidad de un fallo humano.

Los pasajeros del convoy que arrolló al autobús y el personal ferroviario de servicio en el mismo no sufrieron ningún daño y fueron trasladados poco-después a la estación de destino, Valencia.

A los treinta minutos, aproximadamente, de producirse la tragedia, hicieron acto de presencia el gobernador civil de la provincia, José María Fernández del Río, y varios concejales del Ayuntamiento de Valencia, quienes coordina ron e intentaron agilizar unas tareas de evacuación y rescate que resultaron extremadamente difíciles, dado que muchos cadáveres quedaron aprisionados entre los hierros. Algunos de ellos resulta ron imposibles de identificar, pues quedaron reducidos a un conjunto

Muertos y heridos

Algunas de las víctimas mortales son: Joaquín Bosch Bou, Juan Vicente Ibáfiez Conejero, José Mora Suay, María Almanzón López, Ana Garrigues Rusiefío, Jorge Díaz Díaz, Antonio Garrido Garrido, Pedro Claramunt García, Carmen Conejero Carreras, Pilar Navarro Pascual, Julio Silla Burquet, María Angeles Martínez Pinar, Concepción González Franco, Asunción Sepúlveda Delgado, Teresa de Jesús Vida Castro, Desamparados Lozoya Serranos, Juan José López Cano, Pilar Paz Rolero, Juan y María Luisa Escobar Caballo. El resto de los fallecidos permanecían sin identificar al cierre de esta edición. Los heridos en grave estado son: Encarnación Varón Duque, Carmen Naranjo Carretero, Clotilde Verdet Aguilar, Angeles Rombo Moñino, Isabel Pino Maqueda, Ana Fuentes Ruiz, Juan Francisco Montiel Fuentes, Hortensia López Valle, Remedios García Gómez, Isabel Latorre García, Francisca Calzada Cazorla, Ana Viana Pérez, Amparo Sainz Carrión, Josefa García Oropesa, Carmen Martínez Heredia, Manuela Garrido Oropesa, Sagrario Calvet Copete, Manuela Garrido Arenas, Asunción Sampablo Garrido, Carmen Viero Carrasco, Matilde Castillo López, Rafael Carpio Prosper, José Serrano Sánchez, Josefa Bermúdez Oterino, Amparo Carrilero Alarcón, Aracefi Pizarro Muñoz, Dolores Ruiz y un chico de nombre Francisco.desordenado de miembros humanos. Dos mujeres supervivientes, de unos cuarenta años de edad, lloraban entre los cuerpos de-capitados y lamentaban: «Dios mío, ,qué les ha pasado a nuestras compañeras?»

Poco a poco, los heridos fueron trasladados a la ciudad sanitaria La Fe y al hospital Provincial, donde la avalancha de heridos fue tal que los ingresos previstos para esa hora y los que iban llegando de ciudadanos ajenos a la catástrofe no fueron atendidos a no ser que su estado revistiera especial gravedad.

Las víctimas mortales, cuyos restos fueron evacuados gracias a la intervención de máquinas especiales, fueron llevadas- al depósito -de cadáveres de la capital del Turia, y otras al de Manises, localidad muy próxima al aeropuerto.

Se da la circunstancia de que la línea férrea siniestrada es la única de las que confluyen en Valencia que no está regulada automáticamente, sino vigilada; es decir, que los cambios de vía y el cierre de las barreras tiene que efectuarlos el personal de Renfe. En este desgraciado caso parece ser que tal cometido estaba a cargo del anciano Manuel López, allí destinado en sustitución del titular.

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