Stanley Kubrick, un fanático del cine
Stanley Kubrick es, sin duda alguna, una de las personalidades más atractivas del cine mundial, y lo es no sólo por la calidad de su obra, sino por el personalísimo estado industrial que ha conseguido. El cinéfilo le añade además una serie de anécdotas -ciertas o inventadas, eso da lo mismo- que le configuran como una de las más sólidas leyendas vivas de la cinematografía.
El 28º Festival Internacional de Cine de San Sebastián le dedica una sección monográfica en la que se intentarán proyectar todos los largometrajes de este realizador norteamericano: desde el Miedo y deseo, realizado en 1953, hasta el esperado The shining (El resplandor), realizado en 1980 y con el que el certamen donostiarra clausurará la edición de este año.Hay una frase del propio Kubrick que le define perfectamente: «El hombre del siglo XX ha sido lanzado en un barco sin timonel, sobre un mar desconocido. Si quiere mantener sano su espíritu durante la travesía, es necesario que haga algo que le interese profundamente, algo que sea más importante que él mismo». En el caso de Kubrick es claro que ese algo es el cine.
Stanley Kubrick nació el 26 de julio de 1928, en el barrio neoyorquino de Bronx, en el seno de una familia judía de clase media. Su padre, médico, le inculcó dos de sus grandes aficiones, que en su caso se convirtieron además en sus dos medios esenciales para sobrevivir: el ajedrez y la fotografía. Con la primera cámara fotográfica que le regaló su progenitor retrata a su profesor de literatura, cuando tenía trece años, mientras lee Hamlet. Las fotos se las compra la revista Look, que años más tarde -cuando tenía diecisiete- le contrató como fotógrafo.
Su contacto con el cine -medio que le fascinará desde el primer momento- se realiza en 1949, año en el que rueda su primer cortometraje, Day of the fight. Dos años después realiza su segundo corto, Flying padre, para conseguir, en 1953, filmar su primer largometraje Miedo y deseo, con guión de Howard O. Sackler, a la sazón poeta de veintitrés años y posteriormente dramaturgo de éxito (autor de La gran esperanza blanca). La película, producida por el mismo Kubrick, es un fracaso comercial. En 1955 vuelve a filmar: El beso del asesino es el título de su segundo largometraje, producido también de manera artesanal y que se convierte en su segundo fracaso comercial. Mientras tanto, sobrevive participando en torneos de ajedrez o tocando la batería en un grupo de jazz. Kubrick era un joven brillante que no conseguía conectar con el público. De la osadía de su juventud da cumplida cuenta su amor por los deportes y, sobre todo, por la aviación, en donde llegó a obtener el carné de piloto. Años más tarde, el pavor de Kubrick hacia los aviones es tal que el viaje anual que realiza a Estados Unidos desde Gran Bretaña -en donde reside habitualmente- lo realiza en barco, convencido de que los márgenes de seguridad de la aviación comercial son insuficientes. Por otra parte, todos sus chóferes tienen la orden tajante de no sobrepasar los cincuenta kilómetros por hora. En 1956 realiza su tercer largometraje, Atraco perfecto, producido en colaboración con James Harris y con diálogos de Jim Thompson, autor de varias y espléndidas novelas negras. Es su primer éxito comercial. De esta película diría Kubrick que «siento debilidad por los delincuentes y por los artistas, ninguno de ellos toma la vida como es. Toda historia trágica ha de estar en conflicto con las cosas tal y como son.
El mismo tandem Harris-Kubrick produce y rueda en 1957 Senderos de gloria, duro alegato antimilitarista, que le confirma como uno de los realizadores más sólidos de su generación. La película estuvo, o está, prohibida en numerosos países, precisamente por la crítica que se realiza hacia la concepción jerárquica y militarista del ejército. Su siguiente película, Espartaco -filmada en parte en las inmediaciones de Madrid-, se convierte en un gran éxito popular, aunque Kubrick no la reconoce como propia, por las limitaciones de la productora. A partir de esta película toma la determinación de no trabajar en ningún filme que no controle de manera absoluta. A raíz del éxito comercial de la película, Harris y Kubrick compran por 150.000 dólares (unos diez millones y medio de pesetas) los derechos de un relato de Nabokov, Lolita, con el que volverán a acertar plenamente en lo que al rendimiento de taquilla se refiere A partir de Lolita (1962), realizada en Inglaterra, Kubrick comienza su etapa actual, en la que a la brillantez de sus realizaciones une la independencia económica más fastuosa que cabe imaginar. Todo los directores de cine del mundo envidian esa capacidad económica de este realizador, que reside en Hertfordshire, cerca de Londres, rodeado de un grupo de colaboradores permanentes, con una sala de proyección y otra de montaje, y en donde, diariamente, recibe las cifras de recaudación de sus películas, exhibidas en todo el mundo Tras Lolita, el éxito ininterrumpido: Teléfono rojo, volamos hacia Moscú (1963), 2001: una odisea del espacio (1968), La naranja mecánica (1971), Barry Lyndon (1975) y el esperado The shining (1980). Si se observa la filmografía se comprobará que Kubrick tarda tres o cuatro años en rodar su siguiente película: es el tiempo que le lleva preparar el guión, los decorados, la elección de actores y un largo etcétera de quien quiere, y puede hacer las cosas con rigor.
En España, sus películas, desde La naranja mecánica, son dobladas al español bajo la dirección de Carlos Saura. Vicente Molina Foix traduce sus diálogos y los dos saben del rigor de Kubrick.
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