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Imposible acuerdo entre el presidente y el primer ministro iraníes

El Parlamento iraní aprobó ayer la entrada en funcionamiento de un Gobierno restringido, que ha quedado marcado por el conflicto que enfrenta al presidente, Abolhassan Banisadr, y al primer ministro, Alí Raya¡. La mayor parte de los diputados -169 votos a favor, catorce en contra y diez en blanco- han dado su acuerdo al programa de Raya¡ y a su lista de catorce ministros, a los que no se ha opuesto Banisadr.Quedan varias carteras sin titular, entre ellas las de Asuntos Exteriores, Economía y Petróleo. Banisadr rehusó la pasada semana el nombramiento de siete ministros que fueron presentados por Rayal. En cualquier caso es posible que alguno de estos siete puestos haya sido suprimido.

La entrada de este Gabinete reducido no soluciona el conflicto que enfrenta a Banisadr y Rayai, que se siente apoyado por los fundamentalistas religiosos del Partido de la República Islámica (PRI). El presidente declaró ayer que no llegaría a un «acuerdo rápido» con el primer ministro sobre las carteras que todavía se encuentran vacantes.

Mientras tanto, los intransigentes religiosos parecen determinados a pedir explicaciones al presidente. Según anuncié ayer por la mañana el presidente del Maj1is (Parlamento), el ayatollah Raflanyani, 113 diputados deseaban que Banisadr explicara a la Asamblea lo que se ha dado en llamar su «declaración de guerra» del lunes.

El ayatollah Rafsanyani y el ayatollah Bejestiti -jefe del PRI- habían reaccionado duramente el martes pasado contra el discurso del presidente, que les acusaba de querer «acaparar el poder».

Los observadores subrayan, sin embargo, que la Prensa integrista se ha abstenido de complicar el debate. Esta actitud parece corresponder a la táctica del PRI: atenerse a la letra de la Constitución para contraatacar la llamada del presidente a un amplio apoyo popular.

El propio Rayai se refirió ayer, por la mañana, al respeto a las instituciones. A menos que el presidente nombre delante de él el Gobierno, « no tendré nada que ver con él», declaró. «El presidente y yo», añadió, «tenemos dos culturas diferentes», afirmó, para destacar que él había recibido una formación exclusivamente iraní y que, al contrario de Banisadr, no había estudiado en el extranjero. « Es necesario», añadió, «que intentemos acercar nuestras dos culturas».

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La escisión que ha tenido lugar entre los dirigentes de la República Islámica. parece más grave, dados los problemas que agobian al régimen tanto en el interior como en el exterior. El cierre de la Embajada de Gran Bretaña en Teherán acentúa aún más el aislamiento diplomático en que se había hundido el régimen después de la captura de los rehenes norteamericanos. .

Prisioneros de su propia retórica, los dirigentes iraníes no llegan a desembarazarse de un asunto que, al fin y al cabo, está resultando más costoso a su país que al «diablo americano». La tensa situación con el vecino Irak viene aún a complicar más las cosas.

Sin embargo, es la situación interior la que resulta más preocupante para el régimen. La euforia que presidía en febrero de 1979 el nacimiento de la República Islámica ha cedido su lugar al desencanto y al escepticismo. Las críticas al imán Jomeini, los rumores alarmistas sobre el Kurdistán y las noticias sin confirmar sobre revueltas tribales o golpes de Estado militar aumentan de día en día.

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