Grado cero del turismo
Situada al extremo occidental de la isla de Menorca, es Ciudadela una vieja ciudad que conserva el 'esplendor y la belleza de su pasado. Un pasado que congenia mal con las brutales exigencias de toda infraestructura turística. Y, puestos a elegir, los ciudadelanos se quedan con sus raíces y desdeñan los frutos sospechosos de la modernidad. Ha sido Ramón Cavaller, durante seis años, el presidente de la Junta Local de Fomento del Turismo. Pese a todo, comparte la opinión general de que hay que poner fin a la aventura turística si Ciudadela desea mantener su estilo tradicional de vida y conservar sus costumbres.Insiste en la suspicacia del menorquín ante el turista catalán: «Nos tratan como a hermanos pequeños. Preferimos que vengan vascos, castellanos, gallegos o andaluces». Y prefiere, asimismo, el turismo estable al turismo de grupo: «Se calcula que la estancia hotelera tiene un coste diario por persona de 2.000 pesetas, contando las cervezas y todo. Eso hace 60.000 pesetas al mes. Por el contrario, los que habitan un apartamento o un chalé dejan dos o tres veces más. Porque emplean mano de obra, pagan alquileres, tienen gastos de coche, visitan los restaurantes... Y, además, se encariñan con la ciudad, se vuelven hijos adoptivos de Ciudadela y procuran que nada se deteriore».
La monstruosidad de algunos hoteles ya no hay quien la remedie. No obstante, lo importante es echar un buen freno a todos los restantes proyectos: «A veces no nos damos cuenta de que hay progresos que son falsos. El rey Juan Carlos me decía una noche, paseando por las cercanías del puerto: "No toquéis la iluminación. No metáis luces. Con la Luna os basta". Pues nada, el ayuntamiento acaba de sacar a subasta una nueva iluminación».
Pese a todo, Ciudadela sigue siendo, con sus hermosas playas, sus festividades, sus angostas calles que van a dar a la catedral y su indudable bienestar económico, uno de los raros paraísos que quedan en el mundo. Los ciudadelanos son conscientes de ello. Y desearían que nosotros y cada lector guardásemos ese secreto como oro en paño.