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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Pobres y ricos

Sin llegar a hacer una exposición amplia de la sociedad de los países llamados grotescamente «comunistas», y sometidos a la tutela ideológica y burocrática de la URSS, llegamos a constatar y comprobar que el gran movimiento reivindicativo y de huelga que sacude en estos días a Polonia no es ajeno, ni distinto en su causa y naturaleza política y social, a la importante huelga de hambre que por esta misma fecha mantenían los hombres, las mujeres y los niños en el pueblo andaluz de Marinaleda.Pero, realmente, lo que no podemos negar son los hechos; y es que, ni en España hay democracia, en su acepción etimológica griega (gobierno o poder del pueblo), ni en Polonia socialismo o comunismo, en su acepción marxista (abolición del Estado por la extinción de la lucha de clases), y no porque la democracia popular o el socialismo científico o marxista impliquen, no obstante sus contradicciones, en algún sentido, en su aplicación la negación de la voluntad y la libertad del pueblo, sino porque la democracia, por razones históricas, económicas y sociales, está en poder de la clase burguesa; es decir, al servicio exclusivo de los intereses de la clase capitalista, e igualmente el llamado, cínicamente, socialismo de los países del Este -Rusia y sus satélites-, se encuentra en poder de la férrea burocracia del monopolismo de Estado, único sujeto político, económico y social válido, lo que implica estar abiertamente en pugna con las necesidades de la clase trabajadora y el pueblo en general.

Y en todo esto lo que conviene destacar y dejar brevemente en claro es que la sociedad no se halla dividida principalmente en bloques geopolíticos contrapuestos o encontradas ideologías de sistemas políticos o de Estados de distinta naturaleza, lo que se reduce a un puro camuflaje de estrategia política por y para la dominación en nombre de la clase dominante, sino que, fundamentalmente, la sociedad está históricamente dividida en clases antagónicas e irreconciliables. Entre opresores y oprimidos, entre explotadores y explotados, entre productores o creadores de riqueza y administradores, usurpadores y detentadores de esa riqueza ajena. Entre pobres y ricos.

Y mientras la humanidad se encuentre así, trágicamente dividida, no desaparecerán de ella el origen o las causas del dolor, del sufrimiento, de la marginación y el hambre, de la violencia y el crimen, de las injusticias, la corrupción y la mentira.

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Mientras este estado de cosas no cambie, la sociedad humana, dividida en dos mitades opuestas, continuará desgarrándose en continuo holocausto.

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